INTERNACIONAL

El día en que el mundo cambió

Luiz Filipe de Macedo Soares*

(16 julio 2015) .-00:00 hrs

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El lunes 16 de julio de 1945 a las 5:30 de la mañana, hora de la Ciudad de México, el mundo cambió por completo.

A una distancia aproximada de 140 km. de la frontera norte de México, en Alamogordo, Nuevo México, explotó la primera bomba atómica de la Historia.

El llamado Trinity Test, conducido justo antes de terminar la II Guerra Mundial, generó un poder explosivo equivalente a 20 kilotones de dinamita, es decir, 2 mil veces mayor que las bombas convencionales más poderosas lanzadas sobre Europa durante la Guerra.

En ella, como en otras guerras, anteriores y posteriores, no gana necesariamente el lado más fuerte. Puede suceder, y así ha sucedido en varias ocasiones, que el más débil, con más valor e inventiva, termine por vencer. Así pasó en Vietnam.

El poder destructivo inaugurado hace 70 años no tenía precedentes. Esto se demostró en Hiroshima y Nagasaki, tres semanas más tarde.

La ambición de tal poder llevó a que la Unión Soviética, el Reino Unido, Francia, China, Israel, la India, Pakistán y finalmente Corea del Norte adquirieran sus arsenales nucleares. Entre 1945 y 2013, estos países realizaron más de 2 mil detonaciones nucleares cuyas repercusiones ambientales y sociales aún están por medirse.

Actualmente existen cerca de 16 mil armas nucleares con un poder total explosivo equivalente a más de 6 mil millones de toneladas de dinamita, es decir, casi una tonelada por habitante del planeta. Más del 90% de estas armas se encuentra en posesión de los Estados Unidos y Rusia.

El mundo cambió drásticamente porque los poseedores de armas nucleares pasaron a tener una capacidad de coerción incomparable. Más que armas de guerra, las bombas nucleares son instrumentos de imposición política, un factor de desequilibrio en las relaciones internacionales.

Las armas nucleares ponen a los Estados que las poseen en una categoría superior a los demás. Algunos países prefieren estar bajo el "abrigo" de estas armas por medio de alianzas militares con las potencias nucleares, como es el caso de la OTAN. La gran mayoría, incluyendo a todos los países de América Latina y del Caribe, no aceptan que esa capacidad de aniquilación instantánea del planeta confiera respetabilidad y legitimidad.

Desigualdades entre las naciones siempre ha habido. Las relaciones internacionales tratan de evitar que las desigualdades se transformen en opresión. El arma nuclear promueve una desigualdad radical. Es como una pistola apuntada en la cabeza de la humanidad.

*Secretario General del Organismo para la Proscripción de las Armas Nucleares en la América Latina y el Caribe (OPANAL)