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Colonia Roma

Un barrio hipster surgido de las ruinas

Samuel Adam

(13 septiembre 2015) .-00:00 hrs

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Frente a la Plaza Luis Cabrera, en la esquina de Orizaba y Zacatecas, un predio acondicionado como restaurante al aire libre, con mesas de madera, palapas y huacales con plantas, luce lleno de comensales.

Es la hora de la comida. Fred Clap, diseñador de videojuegos, decide qué tipo de carne BBQ va comer junto con su hermana; Antonio Prats, empresario, espera con dos colegas su orden de costillas, y Nancy Paredes, publicista, se acomoda con su familia después de recoger a su hijo de la escuela. Otros más esperan formados un lugar disponible, algunos acompañados de sus mascotas.

Pedro Ochoa y Roberto Craig, dueños del "Porco Rosso", viajan a lo largo del día en motocicleta para revisar otro de sus restaurantes en una casona porfiriana, a pocas calles de distancia. Para ellos, el concepto de cualquier negocio debe adecuarse al espacio que tienes disponible, no al revés.

Antes de ser un negocio de carne BBQ, el "Porco Rosso" era un estacionamiento. Años atrás había sido un terreno baldío y, hace 30 años, un edificio de departamentos que se cayó en el mayor sismo de la historia contemporánea.
Sin embargo, en la esquina de Orizaba y Zacatecas -como en casi toda la colonia Roma-, se superó el desastre.

Con el tiempo, vecinos y empresarios han edificado una nueva colonia, capaz de albergar todo tipo de sitios:

Florerías, cervecerías; tiendas de ropa, de tenis, de abarrotes, de productos orgánicos, de bicicletas, patinetas y patines; cines de arte, librerías de viejo, restaurantes y mercados gourmet; restaurantes vegetarianos, mezcalerías, galleterías, taquerías con mesitas y percheros, taquerías con barra y banquitos, jardines con grandes estatuas, tianguis, estudios de tatuajes, jardines y restaurantes para perros, camellones estilo europeo, dulcerías, cafeterías, galerías de arte, bazares, heladerías, antros, barberías tradicionales y barberías contemporáneas...

Distintas generaciones convergen hoy en la primera zona creada como fraccionamiento habitacional de la Ciudad de México, a principios del siglo XX. Un barrio lleno de tradición e historia, en donde aún son notorios los huecos dejados por el terremoto.

Los habitantes de la Roma, que hace 30 años pedían auxilio para sobreponerse al desastre, hoy exigen a las autoridades cuidar el control de su crecimiento para preservar el pasado que los identifica como comunidad.


***

A fines de 1985, la Roma era un desierto.

Con el terremoto, llegó el shock, la ansiedad y las imágenes arraigadas en el imaginario colectivo: edificios cayendo y gente removiendo escombros para buscar a más gente, los campamentos en Álvaro Obregón donde diariamente se distribuían 7 mil 500 platos de comida y los puestos de enfermería improvisados en la fuente de La Cibeles, listas de desaparecidos pegadas en las puertas y ventanas de casas y vecindades.

Después de valorar el impacto del suceso, los habitantes de la Roma comenzaron a tapiar las casas aún en pie, a tomar las pocas pertenencias de entre los escombros y dejar las calles.

La gente se fue.

Para 1990 la población total de la Delegación Cuauhtémoc, que además de la Roma sufrió grandes estragos en Tlatelolco y el Centro Histórico, se redujo un 27 por ciento en comparación con 1980.

Los que lograron sobrevivir partieron por miedo de estar en una zona vulnerable o porque se quedaron sin nada.

"Se sentía la soledad. Tu salías a las nueve de la noche y ya no había nada, todo estaba desierto. Caminar hacia las plazas Luis Cabrera o Río de Janeiro era estar solo", recuerda Mario Alberto Rodríguez, quien lleva toda su vida en la Roma y a quien el terremoto lo sorprendió, a los 10 años a punto de partir a su escuela.

Para entonces, la Roma ya no era aquella colonia aristocrática fundada hace 113 años, que el arquitecto Edgar Tavares considera el último esfuerzo del Porfiriato por hacer de la capital del país una ciudad moderna.

La colonia Roma comenzó como un proyecto específico impulsado por Porfirio Díaz Ortega -hijo de quien duró 30 años en el poder-, Pedro Lascurain -quien duró sólo 45 minutos en la Presidencia-, el cirquero inglés Walter Orrin y los ingenieros estadounidenses Cassius Clay Lamm y Lewis Lamm.

Sobre los terrenos que 400 años atrás el Rey Carlos V había regalado a Hernán Cortés, se construyeron calles bien trazadas, jardines, grandes casonas con estilos europeos desde el art noveau y art deco hasta el ecléctico; servicios de agua, luz eléctrica, drenaje y calles pavimentadas -entonces un privilegio- en lotes de 600 hasta cinco mil metros cuadrados.

La población del centro del Distrito Federal comenzaba a expandirse en colonias fundadas en haciendas, ranchos y ejidos a su alrededor, y en la Roma recibieron a los primeros generales revolucionarios.

Al amanecer del 19 de septiembre de 1985 no quedaba mucho de aquella época dorada.

Con el "milagro mexicano" que detonó el crecimiento de la industria en el DF después de la Segunda Guerra Mundial, miles de ciudadanos emigraron del interior de la República para servir como mano de obra en las nuevas empresas.

Las casas de la clase alta y política de la Roma, de máximo tres plantas, se rodearon de edificios de 5 a 15 pisos para uso habitacional o de oficinas. Se expandió la colonia a Norte y Sur. Las viviendas unifamiliares eran cada vez menos y las que lograban perdurar se llenaban de familias.

Desaparecieron edificaciones como la del arquitecto italiano Adamo Boari, que diseñó el Palacio de Bellas Artes y el Palacio de Correos del Centro Histórico. La casa estilo Noveau en un predio de mil cincuenta metros cuadrados en la esquina de Álvaro Obregón (antes Avenida Jalisco) y la calle de Monterrey fue sustituida en la década de 1940 por un edificio de departamentos.

Lo mismo ocurrió con el Estadio Nacional en la Roma Sur, que fue demolido para construir el Multifamiliar Juárez: 984 departamentos distribuidos en 19 edificios.

"Ante los costos del arrendamiento, entre tres o cuatro familias rentaban un departamento en la colonia Roma. Cada familia tenía una recámara, o dormían incluso en la sala y en la parte de abajo del comedor", cuenta Alejandro Varas, sociólogo que vivía en la Roma cuando sucedió el terremoto y fundador de la Unión de Vecinos y Damnificados 19 de Septiembre.

La modernidad fue efímera. El terremoto arrasó con 197 construcciones. Cayeron los edificios construidos diez, veinte, treinta años antes; de cinco, diez, veinte pisos. Cayó el edificio de departamentos que reemplazó la casa de Adamo Boari. Cayó el Multifamiliar Juárez. Cayeron los Televiteatros, los Multicinemas, edificios de gobierno y hospitales.

Sin embargo, solo cinco casonas antiguas sufrieron daños, fracturadas o aplastadas por grandes edificios que les cayeron encima, cuenta Edgar Tavares, encargado de catalogar los inmuebles antiguos después del terremoto.

"Yo iba con mi catálogo en mano, viendo qué edificios habían caído en la Plaza Río de Janeiro, cuando me topé a una señora que me dijo: 'seguramente don Porfirio se estará riendo. Sus casonas están de pie, y los edificios modernos, tirados'", recuerda Tavares, hoy responsable del rescate de la memoria barrial en la delegación Cuauhtémoc.

No cayó la casa de la viuda de Francisco I. Madero. Tampoco la que albergó al poeta Ramón López Velarde, ni la de la calle de Tabasco donde vivió de niño Miguel de la Madrid, el Presidente que pasó a la historia por haberse pasmado, y haber pasmado al gobierno, durante aquel siniestro.

El terremoto dejó huecos en muchas de las esquinas de la Roma, debido a la torsión y choques entre estructuras de los edificios.

La colonia tenía que dar la vuelta en esas esquinas y cambiar de rumbo. Y así lo hizo.

* * *

En los dos minutos que convulsionaron a la Ciudad de México, decenas de obras de arte sostenidas desde el techo por hilos de Nylon se movieron como péndulos de un lado a otro dentro de una de las casas porfirianas de la plaza Río de Janeiro.

La ciudad también iba de un lado a otro. De la estabilidad al caos; del nuevo bienestar neoliberal a la destrucción. Sin embargo, en la Galería OMR sólo una escultura de barro y un cuadro se fracturaron con el movimiento telúrico.

Fundada en 1983 por Patricia Ortiz Monasterio y Jaime Riestra en una casa de inicios de siglo que antes sirvió como lugar de asistencia para niños de provincia, la OMR formó parte de una generación de galerías que marcaron un antes y un después en la cultura de la colonia Roma y la Ciudad de México.

Aquel barrio que adoptó a las surrealistas Leonora Carrington, Remedios Varo y Kati Horna, en la década de 1980 agrupó a una generación de artistas mexicanos que entonces voltearon a ver y reinterpretar el pasado a través del neomexicanismo, mismos que adaptaron una iconografía catastrofista después del terremoto en las primeras exposiciones multitudinarias de OMR y otras galerías como Florencia Riestra y Galería Arte Contemporáneo, fundadas el mismo año que la encabezada por Ortiz Monasterio.

Aunque la ambición por el desarrollo cultural de la colonia paró en seco con el temblor, con los años, distintas galerías y centros culturales comenzaron a ocupar las casas porfirianas de la Roma para formar un nuevo desarrollo artístico.

El primer corredor cultural de la Roma, formado en 1993, agrupó a las galerías OMR, Florencia Riestra y Nina Menocal, esta última establecida ese mismo año; además de Casa Lamm, restaurada pocos meses antes para su uso cultural.

El David de Miguel Ángel, en la plaza Río de Janeiro, se rodeó de instalaciones artísticas en los certámenes de escultura al aire libre y las veladas de muertos por SIDA que organizaban en el corredor.

Con la llegada del nuevo milenio, se instalaron nuevas propuestas culturales, como las galerías Kurimanzutto, Proyectos Monclova y Arróniz Arte Contemporáneo, entre muchas otras; museos como el Universitario de Ciencias y Artes (MUCA) y el Museo del Objeto del Objeto (MODO); y centros culturales como Border, Centro Cultural La Roma y el Centro Cultural de la Diversidad.

En 2009, se recuperó la idea del corredor cultural, incluyendo galerías y espacios de diseño de la Roma y la Condesa, realizando desde entonces dos ediciones al año; la más reciente, hace cinco meses, reunió arte contemporáneo, diseño, moda, teatro, medio ambiente y gastronomía en 90 espacios.

Patricia Ortiz Monasterio celebra las calles arboladas y los grandes espacios en las residencias de la Roma, que propician el establecimiento y exposición de obras de arte interesantes para los ciudadanos.

"Es una lata ir a una galería. Puede que el espacio sea fabuloso, pero si tienes que ir al otro lado a ver una galería o puedes venir aquí y ver diez, es mucho más atractivo. Además, funciona muy bien que estemos cerca unos de otros porque se aviva la competencia", menciona entre cientos de objetos que se instalarán en la última exposición de la casa de Río de Janeiro, antes de mudarse a la calle de Córdoba, también en la Roma.

"La población de esta colonia anteriormente eran viejitos que se habían quedado con sus casas. Actualmente la población es muchísimo más joven. Sí consume cultura, sí consume en los restaurantes, en los cafés, y funciona muy bien".

* * *

La Roma del Nacatamal, bar de la calle de Oaxaca que frecuentaba el pintor Diego Rivera, o del Kukú, en Insurgentes y Coahuila, donde el padre de Olga Breeskin tocaba el violín, se fue modificando con el tiempo, sin abandonar su espíritu bohemio ni en los tiempos más complicados.

Cuando el vacío reinaba en el barrio, los conciertos underground en las grandes casonas abandonadas se volvieron populares.

No eran los únicos casos de Okupas. El Gobierno seguía viendo a la Colonia Roma como de clase media, sin tomar en cuenta las condiciones de las últimas décadas. Se le excluyó de varios programas de vivienda y, en los decretos expropiatorios del 11 y 21 de octubre de 1985, se dejó fuera a muchas familias, que ocuparon las casas abandonadas para vivir y convivir.

Pocos años después se fueron estableciendo nuevos lugares, todavía aislados, como el restaurante del caribe en la calle de Querétaro, que después se convertiría en el centro de baile Mama Rumba, o el Peces y Reces en la calle de Jalapa, creado por Marco Rascón, quien formó parte de la Liga Comunista 23 de Septiembre, fundó la Asamblea de Barrio, creó al héroe-luchador Súper Barrio y encaró a Ernesto Zedillo con una máscara de cerdo en su segundo informe de Gobierno.

"Cuando llegué a la Roma no era lo que es hoy. En la Condesa es donde empieza un ambiente modernista, de jóvenes. Todavía no existían los hipsters; eran más bien los muchachos que se habían ido a trabajar a Nueva York y traían nuevos conceptos sobre la alta cocina, la nouvelle cuisine", comenta el ex diputado.

El nuevo milenio no sólo trajo los productos orgánicos y holísticos, los festivales gastronómicos y artesanales y las escuelas de gastronomía, sino distintos giros comerciales que atrajeron a la población joven, sin importar que el precio de las rentas por departamentos con dos recámaras vayan desde 10 mil hasta 30 mil pesos al mes.

Las viejas casonas ya no sólo son galerías. También albergan restaurantes y centros nocturnos como el Club Social Rhodesia, el Real Underground, el Foro Colima 332 y la Pulquería Insurgentes, en la zona cercana a la fuente de La Cibeles.

En Álvaro Obregón convergen librerías de viejo con mezcalerías, cafeterías y cervecerías. La casa del general al que se le debe el nombre de la avenida hoy la ocupan tiendas de ropa y bicicletas vintage, un gimnasio de arte y las oficinas del Partido Popular Socialista, que perdió su registro nacional pero no el edificio adquirido en 1976.

Según el Centro de Investigación en Geografía y Geomática y el Consejo Vecinal Roma, quienes crearon una base de datos cartográfica del barrio, hoy suman 563 los restaurantes o fondas, 82 bares, antros y cantinas y 1271 comercios especializados en las 320 manzanas de Roma Norte y Sur.

El barrio vive de nuevo. La reactivación trajo consigo bienestar y la plusvalía, pero también algunos riesgos.

* * *

Sobre las calles con camellones y grandes árboles, distintas mantas colgadas en las paredes reflejan la preocupación de algunos habitantes por el cambio en el uso de suelo y las nuevas construcciones:

"No a frivolidad de autoridades del GDF en materia de desarrollo urbano".

"Pedimos al INBA, INVEA, SEDUVI y a la Delegación Cuauhtémoc estudios sobre hundimiento de suelo, revisión de los permisos e investigar el quebranto de la ley".

"La Roma es una colonia de alto riesgo. Recuerda el temblor del 85".

Con el crecimiento de la colonia, denuncian vecinos, se han derrumbado o dañado casas antiguas por construir nuevos edificios, como en el pasado, sin que los vecinos, el Instituto Nacional de Bellas Artes ni el Instituto Nacional de Antropología e Historia tengan facultades para proteger el patrimonio arquitectónico.

Este es el caso de la casa de Jacqueline Ducolomb, en la calle de Zacatecas, catalogada como monumento artístico nacional.

Arturo Ripstein se sirvió de esa casa, construida en 1920, como locación para dos de sus películas. Detrás de ella, sobre Álvaro Obregón, un edificio de seis pisos se recargó, agrietando las paredes y dejando inutilizables dos recámaras al fondo.

Las autoridades prohibieron habitar estos cuartos, pero no sancionaron a la constructora ni la obligaron a pagar los daños.

Asociaciones como el Movimiento ProDignificación de la Colonia Roma, de la que es presidenta Jacqueline Ducolomb, se han encargado de presionar a las autoridades para que, tanto Roma Norte como Roma Sur se declaren la primer Zona de Monumentos Artísticos del Siglo XX en el País, que reforzaría las leyes de construcción e intervención en la comunidad, además de bajar los impuestos para que los dueños puedan mantener las edificaciones.

Desde 2002 el Movimiento ProDignificación realizó un catálogo con más de mil casas porfirianas con las características necesarias para ser catalogadas como monumentos.

Según la Ley Federal sobre Monumentos y Zonas Arqueológicos, Artísticos e Históricos, creada desde el sexenio de Luis Echeverría, el Instituto Nacional de Antropología e Historia no tiene facultades de catalogar los monumentos de la Colonia Roma, ya que se encarga de catalogar solo aquellos creados entre el Siglo XVI y el XIX. Es el INBA quien puede catalogar todos los monumentos artísticos creados a partir de 1900.

Esta institución tramitó en 2009 la declaratoria para catalogar a toda la Roma, que tiene el 10 por ciento de los monumentos catalogados a nivel federal. Sin embargo, tanto la Secretaría de Educación Pública, la Comisión Federal de Mejora Regulatoria y el Presidente de la República deben de dar su visto bueno. Cosa que no ha pasado en seis años.

Con esto, cada propietario tiene que pedir que su inmueble sea considerado monumento artístico. Por miedo o desconocimiento del tema, muchos de los dueños no acuden a realizar el trámite.

"Sí existen monumentos declarados como patrimonio arquitectónico creados en el Siglo XX, como el Palacio de Bellas Artes y el de Correos. ¿Quién va a tirar esos? ¿Quién va a ser el guapo que se atreva? No vaya a salir un loco que quiera hacer una tienda por ahí", ironiza el arquitecto Edgar Tavares.

Por otro lado, los miembros del Comité Ciudadano Roma Norte lamentan que, con la llegada de nuevos ciudadanos al barrio, en su mayoría jóvenes, lo que antes eran sastrerías, zapaterías, papelerías y cerrajerías se estén convirtiendo en pizzerías o restaurantes, sin un orden demográfico.

A esto se añade el surgimiento de lugares de comercio fijo o semifijo en banquetas, que suman ya 543, y problemas con los parquímetros y franeleros por el flujo de visitantes y autos a la colonia. Según el CentroGeo, 398 restaurantes y 51 bares no cuentan con estacionamiento o vallet parking.

Los sociólogos han definido a este fenómeno como gentrificación: transformación urbana donde la población original es desplazada por otra de un mayor nivel adquisitivo, renovando el lugar.

"Es una realidad. No estamos peleados contra la gentrificación y el cambio de desarrollo. La cosa es que sean desarrollos controlados y ordenados", comenta Carlos Campos, miembro del comité.

Varias agrupaciones han empujado la elaboración de un nuevo plan parcial de desarrollo urbano, como el elaborado dos años después del terremoto en la Roma, que controló la construcción y el giro de las propiedades.

Los vecinos quieren mantener la convivencia entre las distintas generaciones y evitar que la Roma pierda toda tradición al quedarse solo en la población flotante y los comercios.

* * *

Las marcas del temblor aún se pueden ver en las calles.

Los espacios que alojaron hace treinta años grandes edificios en predios como Chihuahua 156, Córdoba 160, Monterrey 158, Tehuantepec 12 y la esquina de Orizaba y Zacatecas sólo se cubrieron con madera y láminas.

En las esquinas de Monterrey y Oro, Tonalá y San Luis Potosí, Yucatán y Medellín; en Querétaro 173, 175 y 177; en Tehuantepec 20; en San Luis Potosí 87; en Zacatecas 45, 47,146 y 148, los espacios convertidos en estacionamientos reciben a los visitantes y residentes de la Roma que dejan sus autos para disfrutar el lugar.

El hospital de ocho pisos y el comercio de siete plantas en Álvaro Obregón 223 y 225, hoy son una guardería del IMSS. Adelante, en el 240, en el que fuera edificio de departamentos de ocho pisos una joven ofrece paquetes de viajes en una agencia. Atrás, en el 58, antes edificio habitacional, se sirve café por la mañana en los Bisquets Obregón.

Los Televiteatros, que en septiembre de 1985 anunciaban la actuación de Silvia Pinal en "Mame" y el concierto de Estelita Núñez, se derrumbaron por completo. En el Centro Cultural I, construido en el mismo espacio, se prepara el montaje para la obra "Forever Tango".

El terreno del arquitecto Adamo Boari hoy se rodea de árboles en el parque Juan Rulfo. Otro jardín sustituye a los Multifamilares Juárez.

En la esquina de Orizaba y Zacatecas Pedro Ochoa y Roberto Craig venden costillas estilo Texas donde hace treinta años vivieron decenas de familias.

Patricia Ortiz Monasterio y Jaime Riestra le dan la estafeta a su hijo Cristóbal para que a partir de febrero próximo dirija la galería OMR en su nueva sede.

Marco Rascón se reúne en su restaurante con gente de la política, la cultura y el buen comer. El traje de Superbarrio, con el que luchó por la vivienda de quienes lo perdieron todo en el terremoto, fue sustituido por un delantal de lona para preparar el pescado.

Jacqueline Ducolomb duerme en la habitación de en medio de su casa, para no correr riesgos. Junto con Edgar Tavares y el Movimiento ProDignificación de la Roma cuidan las grandes casonas, esperando que no desaparezcan.

Carlos Campos, Eva Morales y Mario Alberto Rodríguez pelean a través del Comité Ciudadano Roma Norte por un desarrollo ordenado de la colonia.

Alejandro Varas se reúne cada tanto con la gente del Comité 19 de Septiembre para mantener vivas la memoria y la solidaridad.

El Consejo Vecinal Roma, el CentroGeo y casi 200 voluntarios siguen actualizando su base de datos cartográfica de la Roma, que cambia día con día.

Más de 45 mil habitantes, y miles de visitantes, recorren a diario sus calles estilo europeo. Están vivos, igual que la Roma.