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COLUMNA

Banksy en Bristol

Antoni Gutiérrez-Rubí

(15 noviembre 2015) .-00:00 hrs

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Mientras que el graffiti se ha considerado tradicionalmente por las autoridades locales como una amenaza y, a menudo, como un indicador de deterioro de una determinada área, no ha sido del todo así en las calles de la ciudad británica de Bristol, que se han llenado en los últimos años con una serie de obras de arte callejeras. Todo ello tiene mucho que ver con un denostado artista, en su momento, y ahora estrella mundial: Banksy. Actualmente, sus obras se venden por cientos de miles de libras, aunque empezó de niño en las calles de Bristol con una lata de pintura en aerosol. Comenzó su recorrido a principios de los 90, estampando en cualquier muro sus proclamas que satirizaban el momento político, las tensiones sociales o la cultura pop. Y acabó siendo un mito cuyas obras han sido literalmente arrancadas de las paredes de edificios para hacer negocio. Su huella genera hoy millones en ese mundillo que tanto denostaba.

En sólo cinco años, la actitud de los políticos y los medios de comunicación parece haber cambiado por completo -de ver la obra de Banksy como vandalismo, a valorarla ahora como un gran beneficio cultural y económico para la ciudad-. De hecho, la ciudad (antiguamente gris y poco visitada) se ha aprovechado del auge de sus creaciones para mejorar y lograr un turismo en masa. Mucha gente quiere ver esos primeros trabajos del artista (que luego se trasladó a Londres), y encontrarlos es una de las actividades favoritas de quienes visitan Bristol. Una de las principales actividades es el Banksy Bristol Walking Tour, que los usuarios de TripAdvisor califican como "Excelente". Existe también la Banksy Bristol Tour App que orienta a los visitantes que quieran aprender sobre el emblemático artista. También exposiciones que han logrado para la ciudad millones de visitantes y millones de libras en ingresos por turismo, lo que llena las arcas municipales y encanta a los comerciantes. Por ejemplo, Banksy vs. Bristol Museum, exposición por la que más de 300 mil turistas visitaron el museo de Bristol durante el verano de 2009, la exposición más popular de la ciudad en los últimos 100 años. Los hoteles ofrecían descuentos especiales para los turistas que visitaban Bristol por la obra de Banksy. Se calcula que en esos tres meses se generaron 15 millones de libras extras para la ciudad.

El pasado agosto, y a sólo 30 minutos de la ciudad, Banksy inauguraba Dismaland, en Weston-super-Mare. Allí, montó un parque temático anti-Disneyland con el que revolucionó el pequeño pueblo y el mundo, saliendo en todos los medios de comunicación del planeta. La ironía de la exposición anticapitalista es que inyectó 20 millones de libras extra a la economía de la pequeña ciudad y de su vecina Bristol.

Pero el efecto para la ciudad no ha sido sólo Banksy, sino que las autoridades han relajado mucho su vigilancia y ahora el lugar es una de las cunas del graffiti en el mundo, con muchos de los mejores artistas del globo decorando sus barrios y edificios, logrando así muchas más visitas de turistas. La reputación de Banksy en el escenario nacional e internacional ha puesto a la gris Bristol en el mapa de lugares por visitar en Europa.

La cultura de masas ha conseguido generar en el artista la figura de un embajador de la ciudad. Las redes sociales han hecho de su obra algo que todo el mundo reconoce, y su ciudad, en vez de cerrarse, como hizo al principio, se ha abierto de par en par para darse a conocer y para aprovecharse de ello, cambiando su fisonomía, su urbanismo y su marca-ciudad para colocarse a la vanguardia del arte callejero. La reputación de una ciudad a veces no sale de grandes despachos de urbanistas, ni de ayuntamientos. Sale a través del boca-oreja de la cultura popular. Depende de cada uno aprovechar la oportunidad o dejarla pasar. Bristol lo ha tenido claro.

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Twitter: @antonigr