CIUDAD

Largo y sinuoso camino al Constituyente

Luis González Placencia / Columna invitada

(01 marzo 2016) .-00:00 hrs

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Ayer cerró la convocatoria para quienes tomamos la decisión de aspirar a una candidatura independiente para formar parte del Congreso Constituyente de la Ciudad de México.

En las próximas horas se sabrá de cuántos aspirantes se trata, pero hacia el sábado pasado, más de una veintena habían ya concluido su registro.

Los que lo hayan logrado será porque, como hizo el colectivo #TúConstituyente del que formo parte, pudimos convencer a un notario público para que le diera prioridad a la escritura de la Asociación Civil que ex profeso se nos exigió constituir, juntar el dinero para sus honorarios, buscar contactos en las instituciones bancarias para acelerar los trámites de apertura de una cuenta, darse de alta en Hacienda y manifestar tanto la intención de participar como el mecanismo a través del cual recabaremos las firmas que serán necesarias para conseguir un lugar en la boleta.

Por fortuna, al final no prosperó la iniciativa para evitar que una firma ciudadana apoyara hasta cinco aspirantes independientes, pues a pesar de los argumentos formalistas expresados por los partidos, hay que tener en cuenta que un aspirante independiente no cuenta con las bases y clientelas que por años han cultivado estos institutos políticos.

De hecho, hoy comienza el plazo para que, en aproximadamente tres semanas, juntemos 73 mil 792 firmas el 1% del padrón electoral local que nos permitirían ser formalmente candidatos al constituyente; sin embargo, hasta este momento no hemos logrado convencer al INE de que nos permita utilizar un novedoso sistema, fácil de fiscalizar, que diseñó el colectivo para recabar las firmas.

La única respuesta que hemos obtenido ha sido la de un par de jóvenes que al recibirnos los papeles en el INE con amable candidez nos dijeron algo así como: usar ese sistema hace todo más difícil para nosotros, por eso preferimos que recaben las firmas de la forma tradicional. Hasta este punto, todo sin recursos y sin posibilidad de hacer campaña.

Quienes logren obtener las firmas recibirán para sus campañas, divididos entre el número de aspirantes que logren las candidaturas independientes, alrededor de 10 millones de pesos, que es la cantidad que obtendrá cada partido para los mismo fines.

Deberán buscar que las firmas obtenidas se conviertan en votos que habrán de disputarse, no con los partidos porque estos cuentan ya con sus clientelas, a las que técnicamente llaman voto duro, sino entre el electorado que simpatice con los independientes, lo que significa que deberán contender entre sí por esos sufragios.

Si finalmente se logra un lugar, es obvio desde ahora que se llegará en minoría y con muy pocas posibilidades de superar los mayoriteos a los que están acostumbrados los políticos. Por cierto, se trata de una actividad honoraria, por lo que, en caso de llegar, un verdadero independiente tendrá que ser económicamente solvente varios meses, mientras dure el mandato.

Todos estos obstáculos; sin embargo, no han sido suficientes para evitar que la decepción que muchas ciudadanas y ciudadanos compartimos por las formas actuales de participación política encuentre una mínima esperanza de incidir en nuevas representaciones que den lugar también a nuevos políticos y a nuevas formas de hacer política.

Tal vez ningún independiente supere este proceso, pero aun así, habremos probado en carne propia las falencias de un sistema que de antemano sabíamos inequitativo y habremos aprendido importantes lecciones para que en 2018, la opción ya no sea el voto nulo.

Las y los ciudadanos nos estamos organizando; ojalá que los partidos reciban el mensaje.


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El autor es ex ombudsman del entonces Distrito Federal.