OPINIÓN

Nueces del 2016

Jesús Silva-Herzog Márquez EN REFORMA

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Puede compararse el año que ha concluido con el 89. De la promesa de los muros rotos a la amenaza del levantamiento de los muros. El 2016 quedará como el año que clausuró el iluso optimismo liberal. El fin del fin de la historia. El primer capítulo de este cuento que se reabre es francamente perturbador: las autocracias se prestigian, resurgen los nacionalismos, la integración fracasa. Un fascista se mudará pronto a la Casa Blanca. Sus admiradores en Europa se frotan las manos. La nostalgia nacionalista parece ser el denominador común. Regresar a tiempos idílicos; recuperar la grandeza de ayer, retomar el control perdido. El ensayista Mark Lilla ha dedicado su libro más reciente a ese tema. En La inteligencia del naufragio, explora la seducción del radicalismo reaccionario. Revoluciones cuya utopía es el pasado. Romper con el presente para revivir lo que se fue. La nostalgia incuba tanto en la izquierda como en la derecha; puede ser igualitaria o aristocrática. Si resulta tan poderosa hoy es precisamente porque esa idealización del pasado invoca un tiempo de certidumbre. Ante las ansiedades del presente, la demagogia del paraíso perdido.