Habría que empezar reconociendo que nadie ha sabido enfrentarlo y que no hay país que sea tan vulnerable a sus caprichos como el nuestro. Sus ideas son aberrantes y su conducta demencial. No solamente hay que tratar con un demagogo que desprecia cualquier hecho que le incomoda, sino con un malcriado propenso al berrinche. Tomó por asalto a un partido que no era siquiera el suyo, derrotó a dos dinastías, rompió las reglas de la competencia, desairó a todos los medios, humilló a los expertos. Es el presidente de Estados Unidos y, para desgracia del mundo, está empeñado en cumplir sus promesas. Ha declarado la guerra a los medios, le ha dado la espalda a los perseguidos; amenaza con romper las leyes para intimidar a su vecino. Sus voceros mandan callar a la prensa y elogian con desparpajo las mentiras del poder. Ese es el personaje que tenemos en frente.
Estudió Derecho en la UNAM y Ciencia Política en la Universidad de Columbia. Es profesor de la Escuela de Gobierno del Tecnológico de Monterrey. Ha publicado El antiguo régimen y la transición en México y La idiotez de lo perfecto. De sus columnas en la sección cultural de Reforma han aparecido dos cuadernos de Andar y ver.