OPINIÓN

¿Salvar el TLCAN?

Genaro Lozano EN REFORMA

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A 23 años y medio de la entrada en vigor del TLCAN, México busca salvar un mal tratado comercial y pone todo su esfuerzo en ello, exigiendo el mínimo en una negociación en la que los estadounidenses quieren todo y los mexicanos solo salvar lo que se pueda. Así parece el momento que enfrentamos.

En muchos sentidos el TLCAN ha sido un mal tratado para México. Lo ha sido desde su origen, porque el proyecto modernizador económico fue una imposición del gobierno de Salinas. ¿De qué otra forma puede llamársele a un tratado que fue ratificado por un Senado en el que solo había tres legisladores de oposición, en donde el PRI controlaba también la Cámara de Diputados con 320 de 500 y en donde el gobierno además controlaba a los sindicatos?

Un mal origen para un tratado que 23 años después en efecto ha hecho de México una potencia maquiladora y exportadora, pero que no ha cerrado la brecha en los ingresos entre sus tres socios comerciales. Un mal tratado negociado por un gobierno sin legitimidad que, dos décadas después, el gobierno de Peña Nieto intenta salvar sin una ruta clara y con el desafío de un interlocutor inestable y sin palabra.

Desde la entrada en vigor del TLCAN, el gobierno mexicano ha pasado de la celebración a la preocupación. La celebración de Salinas de haber entrado a la globalización pronto se convirtió en preocupación para el gobierno de Zedillo que intentó diversificar la economía para no depender de un solo mercado y fracasó. Luego vino la alternancia con Fox, quien aprovechó el andamiaje institucional del TLCAN para demandar una reforma migratoria y crear un TLCAN plus en una nueva etapa de la relación con EU que fue dinamitada por el 9/11. Tras esto vino la securitización de la relación bilateral y la ineficiente "responsabilidad compartida" en la lucha contra las drogas. La modernización del TLCAN se evaporó ante la agenda bélica de Calderón.

La turbulencia en la relación bilateral con la llegada de Trump al poder puso en jaque al gobierno mexicano. Y hoy Luis Videgaray más que secretario de Relaciones Exteriores parece un zar de negociación comercial, el hombre que salvará un tratado viejo en momentos en los que EU solamente prioriza la reducción del déficit comercial que 23 años le han dejado.

En México solo un pequeño sector de la sociedad civil se pregunta ¿qué queremos de la actualización del TLCAN? ¿Cómo garantizar que en el proceso actual temas como la agenda de derechos digitales no se vea contaminada por la imposición de EU de copiar al TPP? ¿Cómo puede México hacer más flexible la dura agenda de derechos de autor que EU quiere imponer en perjuicio de la libre información?

Aunado a lo anterior, México llega a la renegociación sin el panorama para el campo mexicano porque el INEGI canceló el Censo Agropecuario 2017 por falta de presupuesto. Sin esos insumos, los negociadores mexicanos llegarán a la mesa sin claridad sobre los efectos para el campo mexicano y sin prioridades en este sentido.

La actualización del TLCAN inicia en agosto y a la fecha  el gobierno de México ha publicado 10 objetivos para ella, pero los primeros cinco solo fueron anunciados para mitigar las críticas al gobierno de Peña por el desafío antiinmigrante de Donald Trump. Las demandas mexicanas de respetar los derechos humanos de nuestros connacionales, la de detener el flujo de armas ilegales de EU a México, el libre flujo de remesas y el desarrollo compartido de Centroamérica no son parte realmente de la actualización del TLCAN porque México renunció al plan de Jorge Castañeda hace 16 años.

Con ese trasfondo la única prioridad para el gobierno de Peña parece ser tener una actualización del TLCAN a como dé lugar antes del cambio de gobierno en el 2018. Salvar el proyecto salinista sin saber realmente qué quiere y necesita México, en lugar de lo que quiere y necesita su cúpula.