OPINIÓN

Mara

Denise Dresser EN REFORMA

Icono para compartir en redesIcono para compartir en redesIcono para compartir en redesIcono para compartir en redesIcono para compartir en redes
Mara. No te conocí pero sí te conocí. La sonrisa abierta, luminosa, franca. Parada en una pose entre divertida y desafiante, mandándole un mensaje al mundo: "aquí estoy, pertenezco". Vi tu fotografía y pensé en que te parecías a mi hija, y en esos días en los que no sabíamos dónde estabas, te volviste mía. Te adopté y todas las mañanas revisaba la prensa y las redes sociales para saber algo de tu paradero. Incluso yo, la agnóstica, la que desprecia a la iglesia como institución, le recé a todos los dioses para que te encontraran, para que te encontráramos. Me imaginaba a tu madre, atrapada entre la angustia y la incertidumbre y un pellejo de esperanza. Lo mismo que yo sentiría si mi niña desapareciera viva y reapareciera muerta, envuelta en una sábana. Tu madre, condenada a respirar hacia adentro y hacia afuera sin desearlo ya, porque no estás. Pienso en ella y quiero gritar y gemir y ser yo la que está en ese pedazo de tela blanca ensangrentada y esconderme de la vida y de los vivos porque me da pena mi país. Porque te fallamos, Mara Castilla.