COLABORADOR INVITADO / Angélica López Gándara EN REFORMA
Fui testigo de un acto muy divertido. Estaba en un café de la Avenida Álvaro Obregón, en la ciudad de México. Los sorbos suaves y la plática amena fueron interrumpidos por un par de mujeres jóvenes que a carcajadas disfrutaban de la vida. Mi amiga y yo nos miramos e hicimos mutis; nos pusimos a escuchar los motivos de la diversión de nuestras vecinas de mesa; se trataba de la lectura de nalgas; sí, a cada persona que pasaba ellas les diagnosticaban la personalidad con solo verle el trasero. Así escuchábamos las palabras: cachonda, frustradas, frígidas, de mano amiga, flojas, trabajadoras, de aspirina, tristes, alegres, homosexuales, indecisas, tragonas, arrepentidas, ejercitadas, presumidas, tímidas, gelatinosas...
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