OPINIÓN

La unidad, ¿para qué?

Roger Bartra EN REFORMA

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Con este mismo título publiqué hace más de treinta años un ensayo en el que criticaba la obsesión de la izquierda por la unidad. En aquella época, mediados de los años ochenta, la izquierda pasaba por una etapa de fusiones que culminó en 1988 con la campaña electoral de Cuauhtémoc Cárdenas. Desde entonces se podía ver que la unidad de la izquierda era más un mito que una realidad. En esos años la izquierda exaltaba la unidad y la derecha apoyaba la pluralidad. Muy pronto se vio que esta confrontación era una fantasía, pues la parte hegemónica de la derecha -el PRI- también exaltaba la unidad, mientras que una parte de la izquierda impulsaba la diversidad democrática. La idea de la unidad de la izquierda tiene un origen marxista-leninista: se suponía que la sociedad estaba dividida en dos partes, los trabajadores y los explotadores. Era necesaria, se pensaba, la unidad de los primeros para derrocar el poder de la clase dominante. Una vez en el poder, los leninistas y los maoístas -en nombre de la unidad- se dedicaron a reprimir a sus antiguos aliados. El núcleo puro y duro en torno al cual se gestó una unidad más bien forzada comenzó a denunciar las desviaciones para enseguida proceder a su liquidación.