OPINIÓN

La sociedad no tolera más este modelo autoritario, ineficaz y corrupto del que participan todos los partidos políticos.

Duarte y la crisis del régimen

COLABORADOR INVITADO / Alberto J. Olvera EN REFORMA

Icono para compartir en redesIcono para compartir en redesIcono para compartir en redesIcono para compartir en redesIcono para compartir en redes
El exgobernador Javier Duarte, convertido en estos días en villano nacional, no es un caso excepcional dentro de la clase política, sino la consecuencia extrema del principal problema de la democracia mexicana: el haberse limitado a organizar elecciones competitivas sin construir un Estado de Derecho. Este régimen político híbrido creó una presidencia débil y fragmentó el poder político, lo que permitió el empoderamiento de gobernadores que avasallaron a los poderes legislativo y judicial locales. Los jóvenes sátrapas ensoberbecidos que pulularon en esta década son el resultado de una transición democrática fallida debido a la debilidad de los partidos políticos en la escala subnacional, a la ausencia generalizada de Estado de Derecho y a la necesidad sistémica de los partidos de acumular dinero a como dé lugar para poder ganar elecciones. Y la sociedad no tolera más la inoperancia, el cinismo y la impunidad de este régimen.