Nada más contrastante que Singapur e India: el orden y el desorden, el gobierno y su ausencia, la planeación y el caos. Dos mundos radicalmente distintos que, sin embargo, tienen más en común con nosotros de lo que parecería a primera vista. Luego de una semana de participar en un grupo de estudio en estos dos países, me parece que hay grandes lecciones para nosotros, sobre todo una de enormes consecuencias: el desarrollo puede ser planeado milimétricamente como en Singapur o China, pero también puede ser producto de unas cuantas decisiones bien hechas que, poco a poco, crean un caldo de cultivo para el cambio que luego se torna imparable y al cual toda la población se suma de manera convencida y entusiasta.
Presidente de CIDAC, institución independiente de investigación. Fue presidente de la asociación de estudiosos de riesgo político y miembro de la CDHDF. Recibió el Premio Dag Hammarksjold (93) y el Nacional de Periodismo (98). Entre sus libros están El Dilema de México: los orígenes políticos de la crisis económica y Clasemediero: pobre ya no, desarrollado aún no. Es doctor en ciencia política y tiene especialización en administración financiera.