Hace unos días el New York Times publicó una lista de las mentiras del presidente Trump. Todas sus mentiras cubriendo la sábana completa del diario. Con letra pequeñita, una breve descripción del engaño y su refutación. Resulta que no ha habido día, desde que llegó a la Casa Blanca, en que no haya mentido. El hombre tiene una seria aversión a la verdad. Miente cada que abre la boca. Los defensores de Trump no se esfuerzan ya en desmentir a la prensa. Han sugerido, es cierto, que ellos tienen "hechos alternativos" que no necesitan comprobación. Pero recientemente han esgrimido un nuevo argumento: las palabras del Presidente son irrelevantes frente a las acciones del Presidente. Hablemos de lo que hace el gobierno, no lo de lo que dice el gobernante. La prensa se obsesiona con los dichos para olvidarse de los hechos. Esto es lo que debe importar: lo que el gobernante hace, lo que decide, lo que provoca. No lo que grita en un discurso o lo que tuitea a la mitad de la noche.
Estudió Derecho en la UNAM y Ciencia Política en la Universidad de Columbia. Es profesor de la Escuela de Gobierno del Tecnológico de Monterrey. Ha publicado El antiguo régimen y la transición en México y La idiotez de lo perfecto. De sus columnas en la sección cultural de Reforma han aparecido dos cuadernos de Andar y ver.