OPINIÓN

El candidato del TUCOLO

Genaro Lozano EN REFORMA

Icono para compartir en redesIcono para compartir en redesIcono para compartir en redesIcono para compartir en redesIcono para compartir en redes
¡Es José Antonio Meade! Porque el señor Presidente así lo decidió. Sin procesos internos, sin deliberación, sin encuestas ni debates. Es la evidencia de que el PRI no mutó, de que los 12 años del relevo panista solamente mantuvieron el autoritarismo del PRI en remisión. La renuncia del secretario de Hacienda para registrarse como (pre)candidato del PRI a la Presidencia significa también la revelación de que el PRIAN existe y de que hay un grupo que bien podría llamarse Todos Unidos Contra López Obrador (TUCOLO).

Al PRI lo acompaña una crisis de credibilidad, prestigio y legitimidad desde hace décadas. Una crisis que se presentó como la oportunidad para que Meade fuera el elegido. El PRI es un partido pragmático que para poder ser competitivo necesitaba poner a un aliado, a un hombre con corazón tricolor, pero sin el yugo de la militancia. Por ello Osorio Chong y demás militantes priistas no fueron opción.

Meade tiene el corazón tricolor y el alma blanquiazul. Su cercanía al matrimonio Zavala-Calderón le ayudó para ocupar dos Secretarías con Felipe Calderón. Su cercanía a Luis Videgaray lo proyectó para ocupar otras tres con Peña Nieto. Para algunos, Meade es un hombre de Estado, un funcionario transexenal. Para otros, es la evidencia contundente de un pacto de impunidad, el candidato bendecido por Peña y Calderón.

Más allá de su prianismo, Meade es también el candidato que el establishment esperaba. El tecnócrata que conoce a los actores que mueven la economía global, el funcionario profesional que es bien recibido en la OCDE, el Banco Mundial, el FMI y las cúpulas empresariales de México. Porque Meade da la confianza de que el país no se entregará al "populismo mesiánico", de que persistirá el modelo económico que ha producido un crecimiento mediocre y que no ha reducido la desigualdad en México desde Salinas de Gortari. Porque para el establishment un río necesita desniveles para no estancarse. Porque Meade garantiza esa continuidad.

Y así arranca el 2018. Con las fuerzas políticas y empresariales unidas para frenar a López Obrador. Con el Frente Ciudadano, el pacto entre históricos adversarios para quitarle uno o dos puntitos del voto de la izquierda a AMLO. Con la claudicación de Alejandra Barrales, el desdibujamiento ideológico del PRD, la renuncia a las causas que le dieron identidad. El Frente es la primera pieza del TUCOLO.

Con la aspiración presidencial de Margarita Zavala. La ex panista que renunció a su partido para tratar de hacer historia: ser la primera presidenta de México y ser la primera esposa de un ex Presidente en regresar a su familia a Los Pinos. Margarita y su esposo, los adversarios históricos de AMLO, la segunda pieza del TUCOLO.

Con Meade. El candidato que podría aglutinar a panistas y priistas. El aspirante a presidente de México que podría integrar en su gabinete lo mismo a Margarita Zavala que a Enrique Ochoa Reza. El PRIAN fuera del clóset y el que convierte al Frente Ciudadano en un Frente frío que va de salida. Meade, la tercer y más importante pieza del TUCOLO.

Sobre Meade quedan múltiples dudas. Todos conocemos su trayectoria como técnico, pero desconocemos qué piensa, cómo se define ante la Ley de Seguridad Interior, ante el matrimonio igualitario, el derecho a decidir, la crisis de derechos humanos que crearon las dos administraciones para las que trabajó. Lo que piensa Meade es una incógnita.

Y Meade abre un reto extra para AMLO. Le quita la posibilidad de sumar a empresarios a su proyecto, porque Alfonso Romo no le ha ayudado al líder de Morena a darle confianza a empresarios de que su proyecto no es una amenaza para México. Porque a Romo hay empresarios que no lo respetan, que lo ven como una cosa del pasado.

AMLO va al 2018 como puntero, pero con el TUCOLO como un muro que intenta detener cualquier posibilidad de cambio en México.