CULTURA

Alienta futuro de las librerías

Silvia Isabel Gámez

Cd. de México (25 marzo 2015) .-00:00 hrs

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Jorge Carrión tiene vetados a Amazon y a las cadenas de librerías. No compra ahí un solo título. "Es una cuestión política", explica. "Las librerías independientes cumplen una función cultural, y hay que apoyarlas".

Su ensayo Librerías, finalista del Premio Anagrama en 2013, lleva cuatro ediciones en España. Es tanta la falta de conciencia sobre estos espacios, dice, que no aparecen en las guías turísticas ni en los índices onomásticos.

Para Carrión, el ensayo está asociado al movimiento. En Librerías mezcla la crónica con la crítica cultural y el relato histórico en un recorrido que inicia en Atenas y culmina en el siglo 21.

"El hilo conductor son mis nomadeos por medio mundo", señala el autor, quien desde hace 20 años visita las librerías de los países a los que viaja.

Existe una tendencia internacional, afirma, a la librería de grandes dimensiones, naves catedralicias que destacan por su arquitectura o su diseño. De México escribe sobre dos cadenas: el FCE y El Péndulo.

"Yo diría que las librerías con más posibilidades de sobrevivencia son aquellas que consiguen crear una comunidad de personas que se identifican con el proyecto".

Por definición, agrega, los fans son fanáticos que asumen una iniciativa como parte de su identidad, y eso los lleva a defenderla.

Hace falta reconstruir, precisa, la relación de complicidad que unía a los libreros con los autores. Para Carrrión, los grandes referentes son Sylvia Beach con Shakespeare and Company, y Adrienne Monnier con La Maison des Amis des Livres, librerías parisinas que destacaron como espacios de vanguardia frecuentados por escritores que eran también clientes y amigos.

"Un librero tiene que apoyar la literatura más inconformista, experimental, contemporánea y local, no sólo vender autores clásicos y extranjeros", señala. "Internet puede ser un buen aliado de las librerías para difundir las obras, generar fenómenos on line, y atraer a las personas".

Carrión considera necesario reinventar las presentaciones de libros, que han caído en la rutina. "Hay que revisar por qué y cómo se hacen, pensar en cuál es el modo más adecuado de dar a conocer un libro, ya sea por internet, con una lectura, un concierto o una exposición, o a la manera clásica".

Las primeras librerías griegas y romanas, escribe en su ensayo, eran puestos ambulantes y barracas donde se vendían o alquilaban títulos, o bien locales ubicados junto a las editoriales. La biblioteca es poder, agrega; se cree que las primeras pertenecieron a dos tiranos: Polícrates de Samos, y Pisístrato de Atenas.

"Hay un vínculo entre el poder y el conocimiento. No es casual que todas las guerras hayan derivado en saqueos de bibliotecas y museos, o que el Estado Islámico esté destruyendo ciudades Patrimonio de la Humanidad".

Destruir una cultura equivale a hacer desaparecer el espíritu del enemigo, añade, lo que desde el tiempo de los romanos tiene un propósito mediático. "Siempre ha existido una intención propagandística en la destrucción y la humillación del derrotado, pero ahora se proyecta a algo instantáneo como es YouTube".

El destino de las librerías está asociado al de los libros impresos, porque el edificio requiere del objeto, y ambos se retroalimentan. Lo que no está tan claro, asegura, es el futuro del papel.

"Yo estaba leyendo en el iPad, pero ya no lo hago. Me di cuenta de que recuerdo mejor lo que he subrayado con un lápiz y tocado con los dedos. Decidí publicar mi trilogía de novelas -Los muertos, Los huérfanos y Los turistas (Galaxia Gutemberg)- en formato impreso, porque yo leo en papel. Somos muchos los que no hemos hecho el cambio (al libro electrónico), y muchos los que combinan los dos. Pero creo que todavía la circulación y el prestigio tienen que ver con el papel".

Si tuviera que elegir cinco librerías, por los gratos recuerdos que conserva y por la calidad de su fondo editorial, serían: Ler Devagar de Lisboa, McNally Jackson Books de Nueva York, Eterna Cadencia de Buenos Aires, Gleebooks de Sidney, y Pandora de Estambul.

Aunque ya tiene nombre para su librería, Walter Benjamin, y también su ubicación, el Pasaje de las Manufacturas en Barcelona, Carrión no está dispuesto a sacrificar su soledad de lector y escritor por un proyecto colectivo.

Algo que lo entusiasma son los mensajes de ocho personas que, después de leer su ensayo, decidieron abrir una librería, cumplir su sueño. El último es el escritor chileno Francisco Mouat, que inauguró Lolita en Santiago.