CULTURA

Olvidan a Díaz Infante

Silvia Isabel Gámez

Cd. de México (18 julio 2015) .-00:00 hrs

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El arquitecto Juan José Díaz Infante (1936-2012) ideó su casa de Ámsterdam 270, en la Colonia Condesa, como un inmueble antisísmico. Resistió temblores, pero no el abandono.

"Está en peligro de desaparecer", advierte el hijo del arquitecto, Juan José Díaz Infante Casasús. "Los dueños quieren hacer departamentos y están viendo de qué manera la destruyen".

Una parte de la estructura exterior de la casa ha sido retirada o cubierta con malla de alambre. Hay basura en el patio y es posible ver el suelo excavado en el interior. Un guardia vecino afirma que, desde hace meses, nadie de la inmobiliaria a la que pertenece ha visitado el lugar.

Al tiempo que su casa se desmorona, el INBA rinde homenaje a Díaz Infante con Las pieles del espacio, en el Museo Nacional de Arquitectura del Palacio de Bellas Artes, una exposición que es como "un códice", según el curador, su hijo Juan José.

En una pared se despliegan las geometrías de sus principales proyectos que, más adelante, son mostrados en láminas, maquetas y fotografías, antecedidos por mamparas con trazos que remiten a sus bocetos. Es el relato del pensamiento y la obra de un arquitecto cuya norma era no tener estilo.

Díaz Infante se reinventaba en cada edificio: creó para la TAPO (1978) un domo de 62 metros de diámetro, de concreto pretensado y acrílico; empleó por primera vez el vidrio espejo en la torre del Citibank (1980); tras presentar 27 proyectos, ideó un rascacielos para la Bolsa Mexicana de Valores (1989), y desarrolló la teoría de la Kalikosmia: La casa como universo, y el universo como casa.

Desde sus primeros diseños propuso el plástico como material de construcción. Pensaba que el petróleo sería la clave para crear vivienda popular, recuerda su hijo. "Pero nunca hubo suficiente fibra de vidrio porque no hicimos refinerías", señala. "Para plantear una solución de futuro requieres que alguien esté planeando un futuro".

Sus autores de referencia eran Darwin, Teilhard de Chardin, Buckminster Fuller. Díaz Infante fue el único arquitecto mexicano que participó como asesor en el diseño de bases espaciales, en Estados Unidos y Rusia. Un "diseñador de espacios y sistemas" que imaginó nuevas formas a partir de la estructura de células y moléculas.

¿Tuvo éxito? Depende de qué defina esa palabra, dice su hijo, fotógrafo de profesión. Algunos de sus diseños fueron replicados en otros países, pero no tuvo discípulos. "¿Para qué quieres un arquitecto del espacio en un país que no tiene carrera espacial?", pregunta.

Díaz Infante comenzó a imaginar después del terremoto de 1985 la casa de Ámsterdam 270, que construyó en tres etapas: el prisma, la esfera, el nanotubo, hasta concluirla en 2002. Albergó oficinas, recámaras, una sala, un mirador.

El inmueble no está catalogado por el INBA, pero sí aparece clasificado como Patrimonio Cultural Urbano por la Seduvi, informa Dolores Martínez, directora de Arquitectura del INBA.

Desmontar la estructura para instalarla en otro lugar es viable, y una posible solución. De acuerdo con Díaz Infante Casasús, el costo sería de 300 mil dólares.

Y callan dueños sobre el futuro de la propiedad


Odisea Chiapas, que en la Ciudad de México se anuncia como Odisea Constructora, es la inmobiliaria propietaria de la casa de Ámsterdam 270, diseñada por Juan José Díaz Infante.

El inmueble se vendió en principio a un arquitecto que aseguró su cuidado, cuenta el hijo de Díaz Infante, Juan José, quien antes intentó, sin éxito, que Starbucks convirtiera la casa en parte de su cadena. Después de ponerla como garantía en una fianza, el dueño la perdió en favor de Arturo Ortiz Gaxiola, representante legal de Odisea Chiapas.

La inmobiliaria no cuenta con página web, y los teléfonos que aparecen en Tuxtla Gutiérrez no funcionan o remiten a un particular. En sus oficinas del Distrito Federal, no fue posible ayer ubicar a Ortiz Gaxiola, quien tampoco respondió a una solicitud de entrevista de este medio.