CULTURA

El hechizo de Jaroussky

Francisco Morales V.

Cd. de México (16 mayo 2016) .-00:00 hrs

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Frente a la pantalla, otra imagen de maravillas: a pesar del frío, la lluvia, el ruido y el mal sonido, unas 150 personas, boquiabiertas, penden de una nota sostenida por el contratenor Philippe Jaroussky.

Su sola imagen detiene los pasos de los viandantes junto al Palacio de Bellas Artes. De ese joven francés, espigado y de expresivos ojos verdes, sale disparada una voz equivalente a la de una mezzosoprano.

Adentro, bajo el mismo hechizo, el público habría de pedirle al cantante cuatro encores que, de haberlo querido, se hubieran vuelto varios más. Tal sería su éxito al interpretar, en su lengua materna, un programa de canciones a partir de versos de Paul Verlaine.

Del piano de Jérôme Ducros, aliado de Jaroussky durante muchos años, salen melodías de Fauré, Hahn, Poldowski y Debussy, entre otros. La única mala nota fue dada por Bellas Artes, pues el programa impreso discrepada de lo interpretado.

A un costado del Palacio, la gente también recibe por la pantalla, en ocasiones, el título equivocado de lo que escucha.

Las bocinas han sido cubiertas con bolsas negras para protegerlas de la lluvia y, en consecuencia, el sonido no es el mejor. De vez en cuando, al contratenor lo vence una bocina que lanza hip-hop en la calle.

Tampoco importa: mientras Jaroussky sostiene un agudo al final de Chanson d'automne, en la versión de Charles Trenet, la gente mira con la boca abierta, genuinamente hechizada y aplauden, tanto como los de adentro.