OPINIÓN

Allanamiento y plagio

Jesús Silva-Herzog Márquez EN REFORMA

4 MIN 00 SEG

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Hace unos días, en su artículo de El Universal, Guillermo Sheridan exhibió un plagio de Alejandro Gertz Manero, quien allanó el Sistema Nacional de Investigadores. A pesar del rechazo de sus pares, contó con el respaldo político para forzar su entrada. Sheridan no es solamente el más acucioso biógrafo de nuestras letras y el más ácido cronista de nuestros absurdos. Se ha convertido desde hace tiempo en el más eficaz detective de la deshonestidad intelectual que nos inunda. Hace varios años, en diciembre del 2008 en su Saltapatrás de Letras Libres, decía que, al calificar los trabajos de sus alumnos, pasaba tanto tiempo leyéndolos como asegurándose que no pasaran por suyo algo que habían copiado. Decía entonces que plagiar era "el contagio en el ámbito 'académico' de una cultura nacional que ve en hacer trampa no una conducta inmoral sino hasta un encomiable pragmatismo. A diferencia de otras culturas, en las que un pillo se desacredita para siempre, los tramposos suelen quedar impunes entre nosotros. Antes que causar una disminución de su valor moral, la falta multiplica la eficiencia del cinismo: no solo hace trampa, es intocable". Entre nosotros, se puede ser un plagiario, continuaba Sheridan, "y seguir impartiendo cátedra, asesorando políticos, dirigiendo instituciones o firmando editoriales".