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COLUMNA

Juárez y la cocina

Andrés de Luna

(22 noviembre 2015) .-00:00 hrs

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Benito Juárez es, sin lugar a dudas, el personaje más importante que ha producido la cultura nacional, pese a errores crasos en el ejercicio político. Y pese también a que el Benemérito de las Américas era un personaje con demasiados años en la presidencia de México, como lo verá Porfirio Díaz. Por ello, Díaz habría de combatirlo, hasta lograr él mismo permanecer más años en este ejercicio público.

En Oaxaca, se ha publicado el libro Gastos y apuntes de cocina de la casa del señor presidente de la República: Don Benito Juárez 1860-1870 y 1872 (Segob-Universidad Autónoma de Oaxaca, México, 2015), coordinado por Carlos Sánchez Silva, que pone de relieve las coordenadas del mandatario con respecto a la gastronomía. El texto hace un recorrido por las andanzas culinarias de un Juárez pocas veces visto, a través de su historia ligada a lo que pasaba en la mesa.

El trabajo de Don Benito era de especial relevancia, pues él anotaba qué porciones de alimento degustaba, así como el costo de aquello que comía y todo lo que estaba alrededor de su presupuesto. Por ejemplo, del jueves 3 de mayo de 1860, Juárez hace la siguiente anotación: "Carne de res 2, pulpa 1, lomo 2½, riñones 2½, cadera 1, tasajo ½, venado 5. Una gallina 8, huevos 8, manteca 6, arroz 1". (p. 32) El presidente se convertirá en un hábil organizador de los gastos de la casa presidencial. Eran otros tiempos, donde las carencias estaban a flor de piel y las astucias de los diputados y senadores estaban más resguardadas que ahora.

El propio Juárez escribe en una página: "Recibí para el gasto $10.00" (p. 32). Uno de los detalles que revela este libro es que Don Benito fue consolidando su mandato entre 1860 y 1870-1872, y los gastos de lo que se consumía en la casa presidencial se elevaron considerablemente, los correspondientes a vinos y licores se hicieron más sistemáticos y elevados. "Mientras que en la lista de 1860 la compra de vinos aparece balanceada con la compra de carnes, pescados, mariscos, verduras, frutas, especias y otros productos varios de la economía familiar... Se hace más detallada y recurrente: vino Lafite, vino Jerez, vino 'Bordeaux' o de 'Burdeos', Coñac y Champagne". (Sánchez Silva, 201; 22)

En este aspecto habría que decir que Benito Juárez aprende las artimañas de una política que excede a cualquiera que la ejerza y, por lo mismo, debe acatar los requerimientos de tener un poder latinoamericano de tal magnitud al gobernar México. Él estaba lejos de arredrarse y entra de lleno en una vida culinaria que era parte de los rituales que exigía un asunto semejante. El libro fascina por los datos contenidos en él. Además, los textos de Mercedes de la Vega, directora del Archivo General de la Nación, y del propio Juárez, así como del coordinador del libro, dan cuenta de este aspecto que estaba un tanto separado del trabajo del líder gubernamental.

Un detalle interesante que cuenta Carlos Sánchez Silva es el siguiente: "El 16 de julio de 1872, dos días antes de fallecer, de su puño y letra don Benito escribió lo que ese día degustó para la comida entre una y dos de la tarde: en el rubro de bebidas registró media copa de jerez, Burdeos y pulque. De entrada sopa de tallarines y huevos fritos, y de plato fuerte: arroz, salsa picante de chiltipiquín, bistec y frijoles; como postre: fruta y café". Comida que en su momento resultaba abundante y con tropiezos que ahora serían difíciles de resolver, como mezclar el tinto francés con el pulque. Eran otros tiempos y todo era posible.