Algunos cuestionan las prioridades que condujeron al flujo tan rápido de dinero para la restauración de Notre-Dame.
Crédito: Vanessa Pena / Associated Press

Cuando generosidad enfrenta el rechazo

Paul Sullivan
(Otra), Especial (15 mayo 2019).-
12:02 hrs

Paul Sullivan.-

Mientras las llamas envolvían Notre-Dame, gente de todo el mundo comenzó a hacer donaciones. En dos días se recaudaron casi mil millones de dólares para la restauración de la catedral parisina de 856 años de antigüedad.


La respuesta fue un reflejo del estatus de Notre-Dame como un preciado monumento del patrimonio cultural francés. Algunos benefactores se comprometieron a donar más de 100 millones de dólares cada uno.

Pero los críticos se preguntaron por qué calamidades como el siniestro que destruyó el Museo Nacional de Brasil, en Río de Janeiro, en septiembre, no recibió el mismo apoyo. Y las donaciones reavivaron el resentimiento de clases en una Ciudad ya sacudida por el movimiento de los Chalecos Amarillos, una respuesta populista a la desigualdad en Francia.

Algunas críticas fueron dirigidas a los donadores por no pagar su porción justa de impuestos, privando así al Gobierno francés de contar con los ingresos necesarios para reparar Notre-Dame. Otras denunciaban el impulso dado a la reputación de los filántropos en un momento de dolor nacional. Y algunas atacaban la premisa de donar tanto a una catedral cuando ese dinero podría beneficiar a organizaciones de servicio social.

"No me sorprende", dijo Nicolas Berggruen, un multimillonario que fundó el Instituto Berggruen en Los Ángeles, que busca reformar las instituciones sociales con el fin de desarrollar soluciones a largo plazo para los retos de la sociedad. "En la era de la ansiedad, la gente buscará acusar a muchos grupos diferentes por todo el mal o parte del mal. La gente rica definitivamente cae en esto".

Otros adoptaron un enfoque menos filosófico, diciendo que para que la sociedad sea más efectiva, los filántropos necesitan trabajar con el Gobierno y el sector privado, no solos o en oposición a ellos.

"En lugar de elogiar el acto filantrópico en sí, la gente está diciendo que no es el mejor uso de ese capital", dijo Nick Tedesco, asesor filantrópico senior del J.P. Morgan Private Bank. "¿Cuándo llegamos a un punto en el que nos sentimos cómodos criticando el altruismo de los demás?" Si tales respuestas críticas a las donaciones prominentes se vuelven tendencia, los donadores podrían verse forzados a replantearse las grandes donaciones. A algunos les preocupa que esto pueda tener un efecto amedrentador en el acto de donar, mientras que otros esperan que obligue a la gente a pensar de manera diferente sobre lo que apoyan.

"Hay mucha preocupación comprensible por la desigualdad de la riqueza y mucha preocupación por el mal comportamiento de algunos", dijo Phil Buchanan, director del Centro para la Filantropía Efectiva y autor de "Giving Done Right". "Pero me preocupa que estemos mezclando las preocupaciones sobre nuestro enfoque a los impuestos con una crítica a la filantropía, y no entiendo la lógica".

A Tedesco le preocupaba otra cosa. "Con Notre-Dame, se pudo aprovechar un capital filantrópico que estaba inactivo", dijo. "Pero eso nos lleva a la pregunta: ¿por qué el capital filantrópico está inactivo?".

Rob Hansen, fundador de Goodnation, que mide el impacto de las donaciones, se mostró más optimista.

"Lo que nos queda de Notre-Dame es que, si eso puede suceder en 24 horas, los recursos están ahí para abordar problemáticas más importantes", dijo. "Imagina que en lugar de redirigir esos mil millones de dólares, recaudamos otros mil millones para otras causas".



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