OPINIÓN

Columna invitada. El escritor fue actor de una de las mejores etapas de la historia de la edición

Alí Chumacero: entre Cenzontle y Tezontle

COLABORADOR INVITADO / Consuelo Sáizar EN REFORMA

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Los nombres de las colecciones de las editoriales se proponen dar rumbo y destino, claridad a los lectores y una definición del compromiso y la oferta de lectura que ofrece el editor. En el Fondo de Cultura Económica los nombres de las diferentes colecciones se han elegido con extremo cuidado y han dado pie a grandes historias. Por ejemplo, a principios de la década de los cuarenta, cuando el proyecto editorial empezaba a consolidarse, don Daniel Cosío Villegas propuso la creación de una nueva colección a la que se decidió nombrar Cenzontle, pensando en el pájaro de las cuatrocientas voces. El primer título contratado fue La rama viva, poemas de Francisco Giner de los Ríos; el manuscrito se compuso en linotipo -el sistema de producción entonces imperante- y se mandó a la imprenta. En algún momento, el jefe del taller llamó por teléfono a la editorial para decir que no entendía la letra en donde se detallaba el nombre de la colección. Al ruido estruendoso de las máquinas de impresión se sumaba el de las múltiples voces de la oficina y -por si fuera poco- las fallas de conexión de la línea telefónica. "¿Qué como se llama la nueva colección?", "¿cómo?", se escuchó preguntar en repetidas ocasiones al impresor, quien terminó entendiendo Tezontle. Así fue impresa, pues así había escuchado la palabra que con su acento castizo había dicho a gritos Bernardo Giner de los Ríos, el entonces jefe de producción.