OPINIÓN

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Denise Dresser EN REFORMA

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"Yo soy el rey. Yo consigo lo que quiero", anuncia Robert Baratheon en Juego de Tronos. Y en una corte medieval así se ejercía el poder; de manera omnipotente, de forma discrecional, de modo voluntarioso. Sentado en una silla colocada por encima de sus vasallos, el monarca decidía qué era lo justo y qué era lo injusto, quién era un traidor y quién era un patriota, quién merecía morir y quién merecía vivir. Formaba alianzas, decapitaba enemigos, distribuía castillos, repartía bolsas de oro, gobernaba supremo, asesorado quizás por un grupo pequeño de consejeros escogidos por su pleitesía al todopoderoso. Para sobrevivir, había que estar atentos a cada gesto, cada palabra, cada pronunciamiento de un solo hombre. No eran tiempos de leyes o constituciones o normas o licitaciones o presupuestos. Eran tiempos de tronos.