OPINIÓN

El imitador de sí mismo

Juan Villoro EN REFORMA

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En la Argentina de los años sesenta, un grupo de amigos se dedicaba a la fonomímica, que es lo contrario al karaoke: ponían un disco y simulaban cantar con vistosos ademanes. La voz preferida era la de Elvis y el mejor de los mimos Roberto Sánchez. Un día el tocadiscos se descompuso y el histrión cantó por su cuenta, con pasión descomunal. Había nacido Sandro de América.