OPINIÓN

Arbitrariedad y desigualdad

Ana Laura Magaloni Kerpel EN REFORMA

4 MIN 00 SEG

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Esta semana se llevó a cabo la audiencia en el proceso judicial en donde se les dio la voz a 26 personas de las miles que demandan a la empresa Purdue Pharma. Esta empresa es la que fabricaba el popular analgésico OxyContin, que contenía opioides y que generó una espiral de adictos y muertes por sobredosis de heroína. La empresa siempre sostuvo que el medicamento era seguro a pesar de que iban en aumento las adicciones. La historia que contaron cada uno de esos testimonios fue muy similar: madres y padres que perdieron a un hijo o una hija joven por sobredosis después de haber sufrido un calvario para que ello no sucediera. El punto de inflexión siempre fue el mismo: haber tomado OxyContin por cuestiones de salud ordinarias (i.e. una endodoncia o una cirugía ambulatoria). En el recinto judicial estaban tres miembros de la familia Sackler (ex patronos culturales del mundo), los ahora ya famosos multimillonarios dueños de la empresa. El juez ordenó que tenían que escuchar personalmente esos testimonios. Esa era la experiencia que necesitaban las familias: sentirse escuchadas por los responsables.