OPINIÓN

Bananeras

Guadalupe Loaeza EN REFORMA

Icono para compartir en redesIcono para compartir en redesIcono para compartir en redesIcono para compartir en redesIcono para compartir en redes
Era la 1:30 de la madrugada (2:30 a.m. hora de Washington), cuando de pronto hizo su aparición triunfal, anunciada por una marcha marcial, Donald Trump en la Casa Blanca, enmarcado por decenas de banderas y seguido por un séquito sumamente compacto. Por la forma en que se desplazaban muy juntos uno del otro, dando pasitos y sin cubrebocas, parecían manejados a larga distancia; allí estaba el vicepresidente Pence, Melanie, Barron, su hijo; Ivanka, Jared Kushner, los dos hijos del Presidente, con sus respectivas esposas, y Tiffany, la menor de la familia Trump. Todos se veían vestidos para ir a un gran festejo estilo Trump. "...los resultados de esta noche han sido fenomenales, estábamos a punto de celebrar algo tan bonito, tan bueno un éxito. Hemos ganado Florida, Ohio, ...lideramos 76 mil votos, estábamos ganando todo y de pronto, todo se detuvo... Esto es un fraude contra el pueblo americano. Es una vergüenza para nuestro país... Estábamos preparados para ganar estas elecciones, sinceramente ya ganamos estas elecciones...", decía Trump con una voz aterciopelada a la vez que movía sus manitas, como implorando la comprensión de una enorme injusticia. Sus seguidores gritaban, chillaban, aullaban y aplaudían furiosamente como si su favorito ya hubiera ganado su segundo término. Mientras tanto, en todos los estados continuaban haciendo el conteo de los votos, todavía faltaban: Georgia, Michigan, Pennsylvania, Wisconsin, entre muchos más que aún no habían recibido los votos emitidos por correo. Los conductores de CNN se veían devastados, ante la osadía del Presidente. Jake Tapper comentaba que no era posible que se autodenominara triunfador, cuando aún faltaba contar la mayoría de los votos de la contienda.