OPINIÓN

¿Dónde estoy?

Juan Villoro EN REFORMA

4 MIN 00 SEG

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Una de las formas más amables de la ofensa comienza con una inocente pregunta: "¿Te acuerdas de mí?". En segundos, debes asociar esa nariz y esas cejas con tu pasado. Para colmo, la persona te mira con inquietante familiaridad. Los grandes maestros del ajedrez son capaces de jugar treinta partidas simultáneas. Ante esa nariz y esas cejas descubres que no eres un campeón de ajedrez. Para no ser grosero, dices: "¡Claro que sí!". Entonces sobreviene la suave puñalada del trato social mexicano: "A ver, ¿quién soy?". Guardas el silencio de los vencidos y esperas la merecida reprimenda. Por cortesía quedaste como hipócrita. Demasiado tarde, lamentas no haber dicho desde un principio: "Dame una pista porque estás viejísimo".