El presidente de la FIFA se presenta como árbitro neutral de un deporte que "une al mundo", pero en Washington actúa más bien como socio estratégico del inquilino de la Casa Blanca. Infantino ha estado en la firma de los Acuerdos de Abraham, ha tenido acercamientos con Vladimir Putin, ha cortejado a monarquías del Golfo. aunque con nadie ha cultivado una relación tan cercana como con Trump.
La cercanía también ha tenido momentos de alto simbolismo. Durante una visita a la Casa Blanca, Trump sostuvo el trofeo de la Copa del Mundo -pieza que suele exhibirse sólo en actos oficiales con campeones o jefes de Estado- luego de que Infantino se lo entregó en una reunión privada, un gesto inusual que reforzó la conexión entre ambos.
En otra visita, el suizo le regaló tarjetas de amonestación amarilla y roja y lo invitó a "usarlas" con la prensa. Y hace apenas unos meses, el Mandatario estadounidense abrió el sorteo del Mundial de Clubes 2025, mientras la FIFA instalaba una oficina en la Trump Tower de Nueva York.
El lazo político y personal alcanzó incluso el terreno de los reconocimientos internacionales. Tras no obtener el Premio Nobel de la Paz -un revés que Trump mencionó repetidamente- Infantino impulsó la creación del Premio de la Paz de la FIFA, diseñado para distinguir a figuras que "trabajan por la reconciliación y el fin de los conflictos".
En círculos diplomáticos se da por hecho que el nombre del republicano será considerado, especialmente después de que se reveló que su presencia en cumbres internacionales, incluido el foro de Sharm el-Sheikh, ocurrió a invitación directa del presidente de la FIFA.
Mientras el código ético de la FIFA exige neutralidad política, el mensaje que sale de la relación entre ambos es distinto. Dentro del organismo ha generado inquietud la cercanía con un Mandatario señalado por políticas migratorias restrictivas, tensiones comerciales con aliados y un estilo confrontativo. Infantino, sin embargo, aparece con frecuencia en eventos oficiales en Washington y ha agradecido públicamente a Trump "todo lo que hace" por el desarrollo del futbol en Estados Unidos.
El Mundial 2026, que compartirán EU, México y Canadá, es ya el escenario principal donde se despliega este entendimiento. La relación con los socios latinoamericanos se ha enfriado mientras Infantino multiplica visitas a Washington, participa en reuniones con agencias federales y ajusta decisiones clave, como permitir mayor intervención del Gobierno estadounidense en temas de seguridad y logística.
Al mismo tiempo, organizaciones de derechos humanos han solicitado garantías para aficionados, periodistas y activistas, ante políticas migratorias que podrían limitar el ingreso de visitantes.
La estrategia también responde a la necesidad de robustecer ingresos. Para la FIFA, que sólo obtiene beneficios significativos cada cuatro años, el Mundial 2026 será su mayor operación financiera: boletos con precios dinámicos, amplias exenciones fiscales y proyecciones récord de recaudación. Ese flujo alimenta las transferencias a las 211 federaciones miembro, pilar del poder interno de Infantino.
En este contexto, la sintonía con Trump se mantiene activa. La FIFA ha involucrado a figuras cercanas al Presidente, como Ivanka Trump en proyectos educativos; mientras el Mandatario ha reiterado interés en asistir a la inauguración y a la final de 2026, con asientos ya "reservados", según Infantino.
El vínculo entre Trump e Infantino se ha convertido en un factor decisivo en la organización del Mundial: una alianza que combina afinidad personal, cálculo político y beneficios mutuos, y que perfila a ambos como protagonistas de la edición más grande -y más observada- en la historia de la FIFA.