OPINIÓN

Entre la sumisión y la guerra

Eduardo R. Huchim EN REFORMA

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El 5 de octubre de 1938, días después del ominoso Acuerdo de Múnich, por el cual el Reino Unido, Francia e Italia aceptaron que Hitler se anexara la región checoeslovaca de los Sudetes, el premier británico, Arthur Neville Chamberlain, se presentó ante el Parlamento para defender el convenio pretendidamente pacificador. La casi totalidad del Parlamento lo apoyó, pero Winston Churchill discrepó y lanzó su admonitoria frase: