OPINIÓN

¡Es la polarización, estúpido!

Carlos Bravo Regidor EN REFORMA

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Sea quien sea el nuevo inquilino en la Casa Blanca, lo que pasó el martes pasado en Estados Unidos nos obliga a cuestionar una idea que por demasiado tiempo hemos dado por sentada en México. ¿A qué me refiero? A que muchos hemos considerado que los niveles relativamente altos de aprobación que mantiene el presidente López Obrador se explican, al menos en parte, como consecuencia de que los partidos de oposición están divididos y débiles. La gestión lopezobradorista ha arrojado resultados negativos en múltiples frentes que en teoría tendrían que causar descontento entre la población y costarle apoyos al Presidente. Pero en la medida que ese descontento no encuentra un destino claro adonde migrar ni en el cual agruparse, el efecto esperable no se produce y López Obrador se sostiene dentro de rangos de popularidad más o menos elevados. El argumento suena razonable, convincente. Lo ocurrido esta semana en el proceso electoral estadounidense, no obstante, lo pone en entredicho.