OPINIÓN

Espejito, espejito

Denise Dresser EN REFORMA

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En lugar de presentar un plan de emergencia ante la crisis del coronavirus, López Obrador se miró en el espejo y aplaudió lo que vio ahí. No marcó un mapa de ruta distinto, alterado por la recesión que viene; insistió en andar por el camino recorrido que solo la ahondará. No enunció lo que debía hacer; ensalzó lo que presume se ha hecho. En vez de reinventarse, decidió alabarse. No se movió; tan sólo se acicaló. Frente a un patio vacío, un fiel reflejo de su aislamiento intelectual, reveló los pecados que terminarán golpeando a su gobierno y lastimando al país: la soberbia, el orgullo. La obcecación que -según Von Clausewitz-es una falla de temperamento; un tipo especial de egoísmo que exige genuflexión a los demás. Y eso es lo que ha logrado el Presidente con su plan no-plan: colocar a México de rodillas.