OPINIÓN

Extraña costumbre

DE POLÍTICA Y COSAS PEORES / Catón EN REFORMA

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Un ventrílocuo de teatro iba en su automóvil por la carretera y el vehículo tuvo una descompostura grave. Llamó por celular a una ciudad cercana y pidió una grúa. Cerca vio a un ranchero, y mientras llegaba la ayuda entabló conversación con él. "¿Qué tal la vida aquí?" -le preguntó. "Muy aburrida -respondió el sujeto-. No tiene uno con quién platicar''. Al ventrílocuo se le ocurrió una idea para divertirse. Le dijo al campesino: "¿Por qué no platicas con tus animales?". Contestó el labriego, suspicaz: "Los animales no hablan". "Claro que hablan -replicó el ventrílocuo-. Mira". Fue a donde estaba el burro: "Dime, burrito: ¿qué hiciste anoche''. En seguida, con su voz de ventrílocuo, imitó la respuesta del asno: "Comí pastura y me dormí". El ranchero quedó boquiabierto. Luego el ventrílocuo se dirigió a la gallina: "Y tú, gallinita, ¿qué hiciste?". El ventrílocuo hizo como que la gallina respondía: "Puse un huevito; comí maíz y después me dormí también". Azorado y nervioso el ranchero le pidió al ventrílocuo: "A la chiva no le vaya a preguntar lo que hizo anoche. Es muy mentirosa"... Pepito lloraba desconsoladamente. La maestra, preocupada, le preguntó: "¿Qué te sucede?". Entre hipidos y sollozos respondió el chiquillo: "Es que cuando tuve apendicitis me quitaron el apéndice, y ahora el doctor dice que tengo colitis"... Otro de Pepito. Una noche estaba recitando sus oraciones. De rodillas ante su camita, cerrados los ojitos, las manitas juntas, pidió devotamente: "Diosito: cuida a mi mamita, cuida a mi papito, cuida a mis hermanitos, cuida a mis abuelitos, cuida a mis tíos y a mis primos, cuida a mis amiguitos, cuida a mi perrito. Y de paso cuídate tú también, porque si a ti te pasa algo a todos nos va a llevar la chingada"... El señor le comentó a su hija: "Por más esfuerzos que hago no puedo recordar el nombre de una canción que dice: 'Poniendo la mano sobre el corazón...'". "¿Sobre el corazón? -repitió la chica-. Ha de ser una canción muy antigua"... Un hombre en competente estado de ebriedad fue haciendo eses -y emes, y enes y eles- a donde estaba un policía y le preguntó con tartajosa voz: "Perdone, mi general: ¿en dónde estoy?". Le respondió el gendarme: "En la esquina de MacLane y Ocampo". "Olvídese de los detalles -se impacientó el beodo-. ¿En qué ciudad?"... Eran los tiempos en que se usaban aún camas cuyos colchones se ponían sobre el llamado "tambor", una armazón metálica con alambres y resortes. El botones del hotel llamó a la puerta de la habitación donde los recién casados estaban celebrando su noche de bodas. El novio, molesto por la enojosa interrupción, se puso una bata y abrió. Le dijo el botones: "Perdone la molestia, joven. Por órdenes de la gerencia, y atendiendo una petición unánime de los huéspedes del hotel, vengo a aceitar los resortes de la cama"... Después de algunos años de casados a doña Macalota le llamó la atención una extraña costumbre que adquirió don Chinguetas, su marido: al terminar de hacer el amor con ella se levantaba del lecho, traía un ramo de flores y se lo ponía encima. Intrigada le preguntó una noche: "Dime, Chinguetas, ¿por qué cada vez que hacemos el amor me traes flores al final?". Explicó el marido: "Es que como no te mueves nada pienso que estás muerta". (Nota: También le hacía una guardia y le dedicaba un minuto de silencio)... Casó Meñico Maldotado, infeliz joven con quien la naturaleza se mostró avara en la parte correspondiente a la entrepierna. La noche de bodas cumplió su deber de marido. Al final le preguntó a su mujercita: "¿Es la primera vez que haces esto?". Exclamó ella, sorprendida: "¿Qué ya lo hiciste?"... FIN.