OPINIÓN

¿Falsos ídolos?

Denise Dresser EN REFORMA

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Ambos parados sobre un pedestal. Ambos venerados, amados, idolatrados. López Obrador y López-Gatell, encumbrados como dioses del Olimpo, como deidades ante las cuales muchos acólitos rinden pleitesía. Hincados a sus pies hay sectores de México acostumbrados a buscar salvadores y a adorarlos. Arrodillados ante ambos están porciones del país que prefieren creer y rezar, en vez de analizar o escudriñar. La devoción se impone a la razón, la emoción a la auscultación. Porque la dupla defensora promete salvar al país de lo peor del coronavirus con novelas nocturneras, algunas estampitas, mucha fuerza moral, un modelo de vigilancia epidemiológica cuestionable e incontables Padres Nuestros. Y aunque se aprecian sus buenas intenciones, esas solo pavimentan el camino al infierno.