OPINIÓN

El alegato a favor de desaparecer los fideicomisos -que son corruptos, opacos o improductivos- no tiene sentido

Fideicomisos: el día después

Carlos Bravo Regidor EN REFORMA

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Soy profesor en uno de los Centros Públicos de Investigación cuyo fideicomiso está entre los que desaparecerán por voluntad del presidente López Obrador y de sus mayorías en el Congreso. No solo me inquieta el tema, me afecta: a mí, a mis estudiantes, a mis colegas, a mis proyectos, a mi institución, al espacio profesional al que he dedicado los últimos diez años de mi vida. ¿Esa afectación significa que mi preocupación al respecto es espuria? ¿Desautoriza mi opinión el hecho de que la medida me impacta directamente? Eso es lo que sostiene el Presidente, que quienes estamos en desacuerdo solo estamos "defendiendo" nuestros "intereses creados". No importan la experiencia de primera mano, el conocimiento de causa, los datos ni las razones que tengamos. El Presidente abriga la convicción de que no se está cometiendo ninguna injusticia. Y contra eso no hay voz que valga. Toda crítica, discrepancia o resistencia es ilegítima. No hay margen.