OPINIÓN

La diosa Cloacina

Antonio Lazcano Araujo EN REFORMA

4 MIN 00 SEG

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Imposible prescindir del agua, y por eso vivimos cerca de ríos, manantiales y surtidores, la almacenamos en tanques y cisternas, y la transportamos en odres, cañerías y acueductos. "El agua se puede conducir de tres maneras: por zanjas mediante obras de albañilería, por cañerías de barro o por tuberías de plomo", escribió Vitruvio en el siglo primero antes de nuestra era. Herederos de la ingeniería etrusca, para ese entonces los romanos habían construido cañerías y acueductos que transportaban volúmenes extraordinarios de agua limpia a lo largo y ancho de un territorio cada vez más grande. En Roma todavía se puede ver la llamada Cloaca Máxima, que desde las épocas de los reyes etruscos era parte de una red de drenaje que recogía los desperdicios y las aguas negras de la ciudad para conducirlas al río Tíber. Al limpiar el desagüe se encontraron con una estatua, y creyendo que era una señal de los dioses, la llamaron Cloacina y la comenzaron a venerar como la protectora de la Cloaca Máxima. Poco después fue rebautizada como la Venus Cloacina, la deidad de las cañerías y las alcantarillas, la convirtieron en la diosa del agua limpia y la inmundicia, y acuñaron monedas en donde aparece al lado del pequeño templo circular que levantaron en su honor en el Foro romano.