OPINIÓN

La estadista tras el trono

Isabel Turrent EN REFORMA

4 MIN 00 SEG

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Si las imágenes proyectaran la realidad, la monarquía británica sería absoluta: el despliegue de color, pompa y lujo, y la precisión de cada movimiento de las tropas que acompañaron a la reina Isabel II en su último viaje, recordaron los mejores días del Imperio británico. La del nuevo rey Carlos III, en Westminster, sentado en un trono que dominaba a su izquierda a los Lores -la Cámara de legisladores no electos, vestidos de gala- y a su derecha, a los Comunes -representantes parlamentarios electos por el voto popular-, habría dado la impresión a cualquier observador perdido en la historia, que la centenaria distribución del poder que favorecía a la aristocracia y al rey -o reina- seguía vigente.