OPINIÓN

Libertad en juego

DE POLÍTICA Y COSAS PEORES / Catón EN REFORMA

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El cuento que descorre hoy el telón de esta columna trata de la erección masculina -también la hay femenina-, que consiste en la turgencia o rigidez del atributo varonil por causa del aflujo de sangre a los cuerpos cavernosos de dicho órgano. He aquí ese cuento. Sucede que un individuo llegó a la Farmacia América y Europa y le dijo a la encargada, mujer de cierta edad incierta: "Tengo un problema grave, pero sólo se lo puedo explicar a un hombre. Llame por favor al farmacéutico". "No tenemos farmacéutico -le informó la mujer-. La farmacia es de mi hermana y mía, y la atendemos juntas. Pero dígame cuál es su problema. Soy una profesional de la farmacología y no habrá nada que me escandalice. Seguramente podré darle algo que alivie su afección". "Muy bien -aceptó el tipo-. Mi problema consiste en que tengo una erección continua, permanente, que no cede nunca y que me trae en continuo estado de excitación erótica. ¿Qué puede darme?". Repuso la mujer: "Permítame consultar el caso con mi hermana". Entró en la rebotica y salió a poco. Le dijo al individuo: "Podemos darle 20 mil pesos al mes, coche del año y una tercera parte de las acciones de la farmacia"... Don Algón, cliente del Lic. Ántropo en un litigio largo y enconado, le preguntó: "¿Cuál fue el fallo del juez?". Contestó el abogado, satisfecho y orgulloso: "Triunfó la justicia". Exclamó hecho una furia don Algón: "¡Apele de inmediato!". Si la justicia y la razón se imponen finalmente Sergio Aguayo saldrá indemne del problema judicial en que se ha visto envuelto. Su proceso debe ser observado con detenimiento, pues no será difícil hallar en él conflictos de interés que ponen sombra en la sentencia por la cual se ha condenado al periodista a pagar en concepto de reparación del daño una suma que se antoja desmedida, exorbitante. Las decisiones que afectan a Aguayo más parecen acoso de política que desahogo normal de actuaciones judiciales. Por encima de todo preocupan los efectos que este caso llegue a tener sobre la libertad de expresión, valor social que debe preservarse a toda costa si queremos vivir en una sociedad democrática donde el derecho a la crítica sea valladar que limite los excesos en que pueden incurrir quienes ejercen cualquier forma de poder... El letrero en el escaparate de la tienda anunciaba: "Cortinas: 500 pesos. Instaladas: 600". En la tienda de al lado otro cartel ofrecía: "Bikinis: 500 pesos. Instalados: 5"... Igual que Tartarín de Tarascón el doctor Ken Hosanna, médico de pueblo, salió de su casa a hora prima la mañana del domingo con su rifle bajo el brazo. Un lugareño le preguntó: "¿Tan temprano, doctor, y ya va a visitar a sus pacientes?". "No -replicó el facultativo-. Voy de cacería". "Ah, vaya -dijo el otro-. Pensé que el rifle lo llevaba por si no le alcanzaban los recursos de la ciencia"... Un tipo majadero abordó a la linda chica en el Bar Gain. Le dijo: "Me parece haberte visto antes, chula". Replicó la muchacha en modo que todos pudieron escuchar: "Seguramente me has visto. Soy la recepcionista en la clínica de enfermedades venéreas"... Afrodisio Pitongo, hombre proclive a la concupiscencia de la carne, impartía lecciones de sexo a su inexperto amigo Mac. Le dijo con tono de magíster: "Hay cuatro clases de orgasmo femenino: el positivo, el religioso, el verdadero y el falso". Quiso saber Mac: "¿En qué consiste cada uno?". Explicó Afrodisio: "El positivo es cuando en el momento del orgasmo la mujer grita: '¡Sí! ¡Sí!'. El religioso es cuando grita: '¡Dios mío! ¡Dios mío!'. El verdadero es cuando grita: '¡Afrodisio! ¡Afrodisio!'. Y el falso es cuando grita: '¡Mac! ¡Mac!'"... FIN.