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México dejó huella en Kenzaburo Oe

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Erika P. Bucio
El escritor Kenzaburo Oe (1935-2023) bebía un tequila en la barra de un pequeño bar cuando un "caballero entrado en años", sentado a su lado, comenzó a hablarle en francés: "¿Sabes de escritores mexicanos?".

"Conozco sus obras. Había una novela realmente buena de alguien que debería estar en el centro mismo de la literatura latinoamericana. Sólo tiene una obra y parece que otra más, aunque aún no se ha publicado", contestó el autor japonés. "¿No será la novela Pedro Páramo?", inquirió el otro. "¡Así es!", exclamó. "Yo soy la persona que escribió esa novela".

El Nobel de Literatura 1994, fallecido el pasado 3 de marzo, relató así su encuentro con Juan Rulfo en la Ciudad de México a la periodista Ozaki Mariko, que Manuel Cisneros cita en su ensayo La influencia de México en la literatura de Oe Kenzaburo (2020).

En entrevista, Cisneros juzga como paradójico que muy pocos de sus lectores en español sepan de la estancia del autor japonés en el País cuando vino como profesor visitante en El Colegio de México (Colmex) de marzo a julio de 1976, a pesar de la impronta que dejó en su obra.

Algo que se puede explicar, plantea, por la falta de traducciones suficientes de su obra.

Dentro de lo que el profesor de la Universidad de Estudios Extranjeros en Kanda denomina como el "periodo mexicano" de Oe, que va de 1976 a la década de los 90 -en el marco de una segunda visita-, incluye un total de diez ensayos, cuatro novelas y diez cuentos.

A ningún otro país hispanohablante, acota Cisneros, el Nobel japonés dedicó tanta tinta como a México.

Vino para impartir un curso sobre literatura y cultura japonesa, instalado en la residencia para profesores del Colmex en la calle de Tehuantepec, no muy lejos de la antigua sede de la institución en Guanajuato 125, en la Colonia Roma.

Según Cisneros, varios motivos lo trajeron al País, uno de ellos el Boom Latinoamericano; Oe llegaría a decir que tan pronto encontró a Mario Vargas Llosa y Gabriel García Márquez "tuvo la certeza de que compartían un espacio literario común".

En la Ciudad de México conoció también al poeta Octavio Paz, con quien mantuvo contacto desde entonces, y al propio García Márquez, así como se reencontró con Carlos Monsiváis, a quien conoció en la Universidad de Harvard en 1965.

Pero con quien llegaría a entenderse mejor entre los autores latinoamericanos sería con Vargas Llosa, a pesar de sus visiones contrastantes del mundo, dado que Oe era de izquierda.

"Por una cuestión muy japonesa que es la coincidencia generacional", precisa Cisneros.

Su trabajo como profesor visitante le dejaría tiempo libre suficiente al tener que dar clases sólo una vez por semana, y el escritor tenía en mente su propia agenda.

"No le interesaba tanto convivir con los profesores e investigadores dedicados a la historia y la literatura japonesa, sino con los mexicanos, por esto lo de Paz y Rulfo eran sus propios intereses", dice Cisneros.

En un ensayo escrito en México, citado por Cisneros, Oe apunta: "No es que yo esté completamente absorto por las Pirámides del Sol y de la Luna, o por las corridas de toros, sino que paso mis días solo en mi apartamento; tengo suficiente tiempo para pensar cosas".

Le interesaba recorrer los bajos fondos, la vida nocturna, y quien lo habría acompañado en esas andanzas fue Óscar Montes, investigador del Centro de Estudios de Asia y África del Colmex, quien también fungió de intérprete en sus clases, expone por su parte Matías Chiappe, académico adscrito a ese mismo centro.

En Montes estaría basado el personaje de Carlos Nervo, un investigador de literatura japonesa de origen peruano que aparece en el cuento El hombre colgado del "árbol de la lluvia" (1982).

Otro motivo habría sido el deseo del escritor por experimentar "la vida en un país que está ubicado en la periferia", inspirado en el trabajo pionero del antropólogo japonés Yamaguchi Masao sobre la relación entre centro-periferia.

"Su interés por América Latina tiene que ver con encontrarse con otra periferia. Creo que Oe y los intelectuales de su grupo en Japón de la década del 60 en adelante se sentían un poco en la periferia de los grandes escritores del mundo, si uno considera a los escritores norteamericanos o europeos.

"Ellos consideraban que la literatura japonesa estaba un poquito al margen, no había logrado todavía insertarse del todo el canon de la gran literatura, y visitar Latinoamérica le hizo ver otra periferia. Lo mismo le pasaba a los escritores del Boom Latinoamericano, y ahí creo que hubo una identificación muy grande", expresa en entrevista Chiappe.

Su estancia en México le permitió tener un conocimiento profundo de la cultura mexicana e interesarse en las culturas precolombinas.

"Oe nota que la cultura mexicana ha logrado sobrevivir a pesar del avance de una modernidad, y eso mismo lo ve él en la cultura japonesa, que intenta también mantener sus tradiciones lo más posible", asegura Chiappe.

Se interesó también por el trabajo de José Guadalupe Posada con sus grabados relativos al Día de Muertos, con la célebre Catrina, según escribió en su ensayo Hacia la periferia, desde la periferia (1978).

Sobre el Día de Muertos, por el que mostró fascinación, tuvo discusiones con Paz. En Japón hay un culto similar, ataja Cisneros, llamado O-bon, una semana en agosto, donde los ancestros visitan este mundo para beber y comer con ellos.

Tres obras icónicas del periodo
Cisneros analiza en su ensayo tres de las obras que juzga como icónicas del periodo mexicano: El hombre colgado del "árbol de la lluvia", Juegos contemporáneos y Parientes de la vida, ninguna de ellas traducida al español.

Plantea que sus protagonistas son versiones de distintos alter ego de sí mismo, profesores visitantes que pasan seis meses en la Ciudad de México para impartir cursos de historia o literatura, en ocasiones solo menciona una universidad y a veces menciona al Colmex.

"Cada una de estas obras sirve como ejemplo de tres interpretaciones diferentes que el Nobel hizo de América Latina: primero, como una región periférica desde donde realizar el revisionismo de la historiografía japonesa; segundo, como una vieja amiga de la que aprendió camaradería y compañerismo, y, tercero, como un pariente vitalicio, una filiación que le hizo reposicionar a Japón dentro de la geopolítica mundial", expone Chiappe en su artículo The Image of Latin America in Oe Kenzaburo's Post-Mexico Fiction.

La novela Juegos contemporáneos (1984), que comenzó a redactar en México, es la más extensa de las tres obras, de casi 600 páginas, y "quizá también la que posee más influencias mexicanas", escribe Cisneros.

Escrita en forma epistolar, son seis enormes cartas que el narrador y protagonista, un alter ego llamado "Yo", redacta para su hermana gemela desde la Ciudad de México donde trabaja como profesor visitante en "una universidad" dando un curso de historia de Japón.

Cisneros explica que en la primera de las cartas narra episodios con colegas y estudiantes, además de visitas a Teotihuacan y Malinalco, "sitios que por uno u otro motivo le recuerdan su aldea en el bosque de Shikoku, y lo impulsan a querer escribir la historia de ella".

La inspiración para esta novela fue el mural de Diego Rivera Sueño de una tarde dominical en la Alameda.

"Lo que a él le fascinó del mural era la idea de poder ver la historia toda a la vez, justamente, no pensar la historia linealmente como una progresión de cosas sino pensarla en simultáneo", explica Chiappe.

En Parientes de la vida (1989), el escritor vuelve al arte mexicano, en especial a Frida Kahlo. En ella, el narrador compara la vida de la protagonista, Marie Kuraki, con La columna rota (1944), autorretrato de la pintora cuya columna se fracturó en un accidente de tráfico sufrido en su juventud.

En su artículo, Chiappe refiere que en la novela un grupo de cineastas contacta a uno de los alter-egos del autor, llamado K., quien trabaja como profesor visitante del Colmex, para pedirle ayuda para filmar una obra sobre una antigua colega suya: Kuraki.

Al igual que Oe y K., Marie tiene un hijo con daño cerebral y otro paralítico. Los hermanos se suicidan juntos, tragedia que desencadena una crisis existencial en la madre.

"Marie llega a la Ciudad de México, en la que pasa primero explorando lugares que conocía por libros, pinturas o por las anécdotas que le había contado K. Visita el barrio de Coyoacán profusamente, donde vivió la famosa pintora Frida Kahlo y siente una especial conexión con ella al observar su antigua casa, sus cuadros y el sitio donde sufrió el accidente que la dejaría con secuelas de por vida", opina Cisneros en su ensayo.

Según el análisis de Chiappe, los "episodios finales de la novela sugieren que, a pesar de todas las culturas y religiones, los seres humanos están conectados a través de sus sentimientos y, más concretamente, a través del sufrimiento y la tristeza".

El cuento El hombre colgado del "árbol de la lluvia" comienza con la noticia que recibe el narrador de un colega antropólogo de que su amigo Carlos Nervo convalece de un cáncer terminal, lo que le hace rememorar vivencias juntos en la Ciudad de México.

"El México que se refleja en esta obra es un lugar cuyos habitantes son generalmente amables pero indescifrables; hay diversos malentendidos y situaciones absurdas que se originan, por un lado, por el desconocimiento que el narrador tiene del español, de los usos y costumbres mexicanos, y, por el otro, por la mentalidad japonesa del protagonista", elabora Cisneros en su ensayo.

Uno de esos malentendidos ocurre con una bolsa con cuatro kilos de mangos que le regala un frutero al verlo volver del trabajo deprimido, tras una llamada de Yo con su esposa urgiéndolo a regresar a Japón. Sin poder negarse al regalo, al llegar a casa se encierra durante cuatro días a comer los mangos acostado en la cama.

En este cuento también escribe sobre la nota roja de la prensa sensacionalista con fotografías de asesinatos y accidentes, "lo que hace sentir al narrador muy cerca de la muerte, algo que, le parece, es normal para los mexicanos".

Un fin asoma en la intención de dar mayor difusión al tiempo mexicano de Oe fuera de los círculos académicos: impulsar la traducción de obras que podrían interesar al lector hispanohablante y que escapan a los editores anglosajones, enfatiza Cisneros, quien en ello ha concentrado sus esfuerzos en la última década.
Hora de publicación: 21:00 hrs.
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