OPINIÓN

Nueva ministra

DE POLÍTICA Y COSAS PEORES / Catón EN REFORMA

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"Sorprendí a mi esposa con un juego de ropa sensual y voluptuoso". Eso le contó aquel tipo a su amigo. Y describió la lencería: "Brassière de media copa; pantaleta crotchless de encaje negro; liguero de raso y seda; medias rojas de malla... ¡Fabuloso!". Acotó el amigo: "Vaya que debes haber sorprendido a tu mujer con ese juego de ropa interior". "Sí -confirmó el tipo-. Nunca me lo había puesto delante de ella"... Aquel país iba a lanzar al espacio su primer cohete tripulado. Empezó la cuenta regresiva: "Diez... Nueve... Ocho...". "¡Deténganse! -interrumpió de pronto el director del centro espacial-. ¡Se nos olvidó darles a los astronautas los limones pa'l mareo!"... Margarita Ríos-Farjat es una mujer brillante. Llega con una sombra, sin embargo, al cargo de ministra de la Suprema Corte. Voces muy generalizadas dicen que era la candidata de López Obrador, y que por tanto estará atenta a las consignas emanadas de la Presidencia. La nutrida votación a su favor de los senadores de Morena y sus partidos satélites fortalece esa versión, que sólo al paso del tiempo se podrá confirmar o dar por infundada, según sea el comportamiento de la nueva ministra. Por mi parte supongo -"es un supongando", dicen las buenas gentes del Potrero- que la designada cuidará que nada opaque o manche el prestigio con que llega al cargo. Más que mantener una chamba importa conservar la buena fama, pues la mesada se acaba en unos años y el desprestigio nunca. La ministra sabe, estoy seguro, que en el cargo que ahora ocupa debe servir a México, no al Presidente. Deberá entonces conservar su independencia personal, su autonomía, si es que quiere guardar intacta su dignidad. Tendrá que atender la voz de la ley y la justicia y no los llamados del poder. Pero advierto que estoy cayendo en el muy feo vicio de dar consejos no pedidos. Limitareme, entonces, a hacerle a la inteligente y empeñosa dama una sugerencia que nada tiene que ver con el ámbito jurídico, sino con el cinematográfico. Vea por favor la película A man for all seasons, en español El hombre de dos reinos, 1966, con Paul Scofield, Wendy Hiller, Robert Shaw y Orson Welles, dirección de Fred Zinnemann. A riesgo de pecar de spoiler diré a grandes rasgos la trama de ese film. El rey Enrique VIII de Inglaterra confiere el cargo de canciller del reino a Thomas More, cercano amigo suyo, pensando que por serlo apoyará su pretensión de anular su matrimonio con Catalina de Aragón, pues el veleidoso soberano deseaba desposar a Ana Bolena. Cuál no sería su sorpresa -frase inédita- cuando su gran amigo se pone del lado de Catalina, a quien asistían la ley y la justicia, en vez de reducirse a ser instrumento de la voluntad del monarca que lo había designado. No diré el final de la película -en este caso el asesino no es el mayordomo-, pero sí diré que Thomas More es hoy por hoy representante de la fidelidad a la conciencia y defensa del honor personal por sobre todo interés mundano. Su ejemplo sigue inspirando a los encargados de impartir justicia. Al menos a los que vieron la película. Si la nueva ministra ve ese film -y sus compañeros igualmente- la conducta de aquel íntegro varón le servirá de guía para servir rectamente a la Nación antes que a la voluntad del poderoso... Babalucas declaró: "Me encantan los cocos. Incluso me como lo de adentro"... Karetina Pompasdá era la vedette de moda, tanto que actuaba en dos cabarets, tres teatros y cuatro camas. Una entrevistadora le preguntó: "Y dinos, Karetina: ¿a qué te dedicabas antes de entrarle a la artisteada?". Respondió la Pompasdá: "Cosía". Y dijo la entrevistadora: "Ya me lo imasinaba"... FIN.