OPINIÓN

¿Partero o perico?

Denise Dresser EN REFORMA

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Todos los días parece haber un capítulo candente en la trama de Emilio Lozoya. Una nueva revelación, una nueva filtración, una nueva lista de cómplices, un nuevo periodicazo. Cuentos de dinero recibido y dinero entregado, ex presidentes involucrados y políticos sobornados. La podredumbre de la clase política mexicana, exhibida, aireada, desmenuzada. Y ante ese proceso de ventilación, dos desenlaces previsibles. La posibilidad de encarar -por fin- el modus operandi de la corrupción sistémica, promovida desde el gobierno, aceptada por la oligarquía empresarial y compartida por todos los partidos. O más de lo mismo que hemos padecido en gobiernos previos: el uso politizado del Poder Judicial, la electoralización de la persecución, el pacto de impunidad reeditado. Desmadejar la red Lozoya-Odebrecht-Peña Nieto-Calderón podría producir un antes y un después en la construcción pendiente del Estado de Derecho, o solo perpetuar la vieja práctica del ajusticiamiento selectivo y la diatriba discrecional. Lozoya podría ser partero o perico; inaugurar una era distinta de procesos pulcros, o parlotear lo que López Obrador le pida.