OPINIÓN

Un gobierno sensato estaría procurando modos más eficaces y menos onerosos para satisfacer las necesarias fuentes de certidumbre

RoMorena

Luis Rubio EN REFORMA

4 MIN 30 SEG

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Una república segura de sí misma, hegemónica bajo las medidas convencionales, comienza a precipitarse hacia el caos y el conflicto civil. Su clase gobernante ha estado concentrando de manera constante la inmensa riqueza de la república en sus propias manos, ignorando la creciente precariedad de los menos favorecidos. A medida que aumenta la inestabilidad, esta clase, que en gran medida también había monopolizado los cargos políticos, empieza a perder credibilidad ante el resto de la población. Los demagogos, surgidos de esa misma clase gobernante pero que explotan el odio popular contra ella, prosperan. Al mismo tiempo, la corrupción política crece y el escarnio popular explota. Sin embargo, las muestras de exceso y abuso a menudo resultan ser más un vehículo de entretenimiento o de ajustes de cuentas producto de vendettas y venganzas entre familias poderosas que mecanismos para hacer valer la justicia. Las transiciones de poder se tornan tensas, irregulares y marcadas por la violencia. La peligrosa lógica de la superioridad moral implica que las violaciones a las leyes y normas por parte de un bando casi garantizan violaciones aún peores por parte de sus oponentes cuando, inevitablemente, cambien las mareas políticas.