Hay colores que gritan y otros que susurran. El
gris pertenece precisamente a esa familia de tonos que no buscan el protagonismo, pero que terminan robándose la escena por su elegancia silenciosa. Y es que no es la ausencia de color, es una pausa entre el
blanco y el negro, el matiz donde todo puede suceder, ya que el gris no pide atención, la conquista.