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EL GOBIERNO de Andrés Manuel López Obrador tiene manchadas las manos con la sangre de los 8 periodistas asesinados este año. Si bien es cierto, como dice el propio Presidente, que él no los mandó matar, también es cierto que su administración le ha dado manga ancha al crimen organizado y, además, ha generado un clima de animadversión contra la prensa.