CULTURA

Vibran tenores en la Sala Neza

Francisco Morales V.

Cd. de México (07 junio 2016) .-22:21 hrs

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El director abandona el escenario detrás de los cantantes. Srba Dinic, batuta huésped de la Orquesta Sinfónica de Minería, camina hacia la puerta pero hace señas discretas a los músicos de las orillas.

A quienes aún permanecen en la Sala Nezahualcóyotl les toma un segundo asimilar que la orquesta, tras la salida de los solistas, vuelve a sentarse. Sí se puede: se baten las palmas el tiempo suficiente y, de nuevo, tomados de las manos, los tres tenores mexicanos emergen, sonrientes, para ofrecer un insólito cuarto encore.
Ésa es la imagen que agotó las localidades. Francisco Araiza, Ramón Vargas y Javier Camarena, conquistadores de escenarios internacionales, levantan juntos los brazos ante un público que los llevó ahí, a la cuarta pieza fuera del programa, a fuerza de ovaciones.

Quizá fue la expectación, pero aun con boleto comprado, la gente hizo fila afuera del recinto cuando faltaba más de una hora para el inicio de la gala. Salvo por un fugaz intento de reventa, que acabó descubierto, cada quien ya tenía asegurada una butaca.

Minutos antes del comienzo, el bajo barítono Alejandro Martínez Araiza, sobrino del tenor con quien comparte el apellido, ya apuntaba que la diferencia clave entre esa tríada de intérpretes y los que hicieron famoso el mote de "Los Tres Tenores" no sólo es una cuestión geográfica. 

"Podemos ver el desarrollo vocal de su cuerda, pero presenciado en los tres", advertía. "El inicio fue el mismo: tres mexicanos que empezaron como tenores ligeros cantando a Mozart y a Rossini".

Era, sí, como ver una carrera en tres momentos. Francisco Araiza, el pionero, estuvo donde los dos tenores más jóvenes; ellos, en cambio, transitan hacia donde se encuentra el primero.

Algo había de ello en los abrazos que se obsequiaban entre una pieza y la otra. En aquellos, Araiza quien casi siempre ocupó el centro -echaba los brazos alrededor de sus colegas más jóvenes, paternal.

Los tres tenores, en sus tres momentos, se lucieron con distinto repertorio. Todos se midieron con Verdi, pero Vargas agregó a Mozart; Araiza a Carl Maria von Weber y a Leoncavallo; y Camarena a Mozart y Donizetti.

El "Príncipe entre tenores", como lo ha llamado la crítica, fue el más joven quien provocó la ovación más estridente. En el papel de Alfredo Germont, de La Traviata, Camarena logró poner al público de pie con Lunge da lei...De' miei bollenti spiriti...O mio rimorso!.

Pero la imagen que agotó las localidades era otra. Sonriéndose entre ellos, incluso con pasos en falso que provocaron sus risas -Camarena suspendió un agudo-, pasaron lista a Bésame mucho, Júrame y México lindo y querido.

Había algo de triunfo en verlos interpretando Granada, como aquel otro trío de tenores, pero esta vez desde casa y para su propia gente. Sus cuatro retornos al escenario fueron prueba de cariño mexicano.