OPINIÓN

Intuición y aislamiento

Jesús Silva-Herzog Márquez EN REFORMA

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Gobernar es fácil. Esa es la convicción profunda del Presidente. No requiere ciencia. La experiencia está sobrevaluada, la técnica es sospechosa. Lo que nos dice el Presidente es que, a lo largo de los siglos, las civilizaciones han perdido el tiempo tratando de precisar las complejidades del gobierno. Bibliotecas enteras dedicadas a lo obvio. La ciencia de la administración, la mecánica de los incentivos, el catálogo de experiencias son entretenimientos triviales. No hay dificultad alguna en el mando, en la gestión, en la economía, en la ley. Nada perderíamos si desaparecieran esas bibliotecas que han tratado de escudriñar los misterios y complejidades de lo social. En realidad, nos dice el presidente de México, eso de gobernar no necesita estudio. Y no me refiero, por supuesto, a una disciplina universitaria o a un diploma. Me refiero al respeto por lo complejo, a la atención al conocimiento. Lo que se desprecia en la práctica presidencial es el análisis de los enredos que caracterizan lo público, la seria ponderación de los costos, la carga que implica cualquier decisión. Se impone en el gobierno la simpleza de un moralismo elemental: cuando uno es bueno, todo lo que se hace será bueno. De esa soberbia moral proviene la idea de que las soluciones son siempre obvias y no requieren mayor reflexión.