OPINIÓN

La fístula real

Eduardo Caccia EN REFORMA

4 MIN 00 SEG

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Charles-François Félix fue un hombre con suerte, también con inteligencia, de otra forma no se explica que haya hecho lo que hizo. Vayamos a la Francia de finales del siglo XVII. Tiene el poder uno de los monarcas más notables, Luis XIV, autoproclamado "Rey Sol". Cualquiera que haya recorrido (bueno, intentado recorrer) el Palacio de Versalles imaginará la opulencia aristocrática de aquellos tiempos. Esa majestuosa obra arquitectónica era también la capital de la insalubridad, olía muy mal. Las costumbres de higiene de la época eran radicalmente opuestas a las que hoy tenemos. Usar agua para el aseo personal constituía una amenaza para la salud, los médicos consideraban entonces que ese líquido transmitía enfermedades al cuerpo a través del contacto con la piel. Además, la iglesia tenía a las regaderas públicas como un camino seguro al pecado y a la promiscuidad. No es de extrañar que el Rey Sol se ufanara de haberse bañado dos veces durante su vida. Ni los perfumes contrarrestaban las rancias emanaciones.