OPINIÓN

Sobrevivir la autocracia

Jesús Silva-Herzog Márquez EN REFORMA

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Hace casi cuatro años, el New York Times pidió a una serie de periodistas extranjeros una reflexión sobre la elección de Donald Trump. ¿Cómo se veía ese acontecimiento desde fuera? Una de las miradas que el diario convocaba entonces era la de Masha Gessen. Gessen había vivido entre Rusia y Estados Unidos, había publicado una biografía de Putin y participado en las luchas de la comunidad LGBT en ambos países. Bajo la amenaza de perder la custodia de su hijo por la legislación homófoba del autócrata ruso, se instaló definitivamente en Estados Unidos. Pero su refugio pronto empezó a parecerse a su lugar de origen. Con horror vio el ascenso del millonario neoyorquino y anticipó que tendría altas probabilidades de ganar la Presidencia. Veía en Trump a un remedo de lo que vio y padeció en Rusia. Trump no era simplemente un demagogo. Un patán oportunista, sin el menor sentido de la decencia. Era el primer hombre que se había postulado abiertamente para ejercer de dictador de Estados Unidos.