OPINIÓN

La incomodidad como lujo

Juan Villoro EN REFORMA

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La tecnología ha alcanzado una etapa prodigiosa: nadie te conoce mejor que tu teléfono. El aparato compendia tus hábitos e ilusiones. Pero el dueño de los datos no eres tú, sino las empresas que trafican con ellos. Curiosamente, esta expropiación de la vida íntima es promovida como una ventaja: te espían para anticipar tus deseos. Si hablas de llantas o buscas informes sobre vulcanización, el sistema operativo de tu celular se activa como un lebrel ante el olor de la carne. Un algoritmo -equivalente digital de la salivación- se pone en marcha y recibes catálogos de neumáticos. Molesto por el acoso que es presentado como una ventaja, apagas el teléfono. Pero salir de la red sólo sirve para que las ofertas se acumulen en tu ausencia.