OPINIÓN

Oídos sordos

DE POLÍTICA Y COSAS PEORES / Catón EN REFORMA

4 MIN 00 SEG

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El feliz papá le mostró a su compadre a su hijita recién nacida. Le dijo con orgullo: "Tiene mis ojos, mi nariz, mi boca, mi color de cabello...". "Sí -confirmó el otro-. Pero ese lunar en la pompita es de mi comadre"... Yo tengo muchas teorías y muy pocas prácticas. Con las primeras llenaría más tomos que los de la Enciclopedia Espasa; las segundas alcanzarían apenas a cubrir una estampilla de correos. La otra noche, en reunión de amigos, nos preguntamos por qué chocamos las copas cuando bebemos la rica sangre de la tierra, el vino. Sobre eso también tengo una teoría. El vino, lo mismo que el amor, se ha de gozar con los cinco sentidos. Con el de la vista disfrutamos el color del vino, ese rojo profundo que en palabras de Homero muestra el océano a la hora del crepúsculo. Yo vi "el mar del color del vino" durante una travesía a Creta, donde conocí uno de los primeros laberintos de mi vida. Con el olfato percibimos el intenso aroma de un buen tinto, que al sentir que ya salió al mundo deja escapar todos sus perfumes. Con el tacto sentimos la redondeada forma de la copa, tan semejante a un seno de mujer. Y -placer máximo- con el gusto gustamos el sabor del vino y percibimos las verdades que hay en él. Nos faltaba, sin embargo, disfrutar ese precioso don de Dios con el oído. Entonces chocamos las copas, y eso es como un repique de campana que nos llama al amor, a la amistad, al gozo pleno de la vida. Del mundo ideal de la teoría desciendo ahora a las rudezas de la realidad y digo que López Obrador no tiene ojos para ver ni oídos para oír. No mira más que aquello que quiere mirar, y no escucha otra voz que la suya. Por eso hará caso omiso del mensaje del Episcopado mexicano en el cual se le exhorta a no atacar al INE, pues la iniciativa de reforma electoral propuesta por el Presidente es regresiva y lesiona la vida democrática. El respeto manifestado por AMLO al reclamo de la Iglesia es de dientes para afuera, y falsa su argumentación sobre la democracia como poder del pueblo, pues el tabasqueño está convencido de que el pueblo es él, y todo lo que dice acerca del pueblo bueno y sabio es demagogia. Yo me temo que López Obrador se saldrá con la suya, y que se apoderará del último reducto democrático que a México le queda, el INE. Por el camino de la dictadura vamos, y el monarca de la 4T no escuchará las voces de quienes le demandan que frene sus embestidas antidemocráticas. El hecho de que el Presidente sea tan poderoso constituye una tragedia nacional. Está usando ese poder para atentar contra el bien de México y de los mexicanos. Aplaudo la entereza de los Obispos, me uno a su voz y lamento que este país nuestro, tan bueno, haya caído en manos tan malas... Daré ahora salida a un par de lenes cuentecillos a fin de sedar la inquietud que en la República deben haber puesto mis palabras... Nuncita -se llamaba Anunciación- era la vieja criada en la casa de doña Panoplia. Había ahorrado sus salarios de años, y los tenía todos en billetes bajo su colchón. Eso preocupó a doña Panoplia. Le sugirió que pusiera el dinero en manos de don Sinople, su marido, quien se lo invertiría de modo que le rindiera buenos dividendos. Preguntó, dudosa, la fiel servidora: "¿Puedo confiar en su esposo?". "Desde luego que sí -replicó doña Panoplia-. Yo le confié mi vida ¿no?". "Sí -admitió Nuncita-. Pero yo quiero saber si se le puede confiar algo valioso"... "Tengo 5 años -le dijo Pepito a su amigo Juanilito-. ¿Cuántos años tienes tú?". Respondió el niño: "No sé". Volvió a inquirir Pepito: "¿Ya te interesan las mujeres?". Contestó Juanilito: "No". Dictaminó Pepito: "Entonces tienes 4 años"... FIN.